domingo, 4 de septiembre de 2016

Síntesis conceptual de modelos y categorías ético-políticas



Muy pocas personas se detienen a tratar de comprender ¿por qué es que los demás actúan como actúan? Sin embargo la oportunidad me ha sido dada a través de este curso, en el que partiendo de las experiencias ético-morales de la antigüedad griega hasta llegar  a la realidad actual, se hace un recorrido por los principales argumentos, conceptos, principios y categorías que girando en torno a la ética, y la educación, en un sinnúmero de formas para la interacción humana, brindan una posibilidad de comprensión al interrogante planteado.
El ser humano ha querido actuar libremente, a su antojo, según lo que dicta su voluntad; sin embargo,  dicho modelo de comportamiento, le ha llevado a que en su búsqueda de placer, sensible o racional, termine convirtiendo su libertad y la de sus cercanos en libertinaje y abuso. De modo que ha sido necesaria que dicha “expresión de libertad”, sea regulada por los afectados, por su comunidad, por su círculo social o por la nación a la que pertenece. Entonces ha sido esta la oportunidad para que se haya creado diversidad de propuestas de comportamiento o modelos ético-políticos para regular la interacción humana, la comunicación y los procesos de socialización en el individuo en sí mismo y de este con su comunidad.
En tal sentido, modelos individualistas, que abogan por los valores autónomos y modelos comunitarios, que organizan la sociedad bajo los principios de la heteronomía o la dependencia, se  han fijado como forma de control social para el desarrollo y evolución de los sujetos, en los que se garantice la permanencia de la comunidad humana sobre la faz de la tierra sin que se dé el paso al abuso repentino y porque no hacia la destrucción del mismo ser humano.
En dichos modelos entonces han aparecido aspectos característicos que han permitido identificar cuando una acción es ética, moral, política, educativa entre otras, dejando en su recorrido una serie de aprendizajes para la convivencia que al ser juzgados  por la humanidad o las distintas comunidades, reciben el nombre de valores, principios, normas, derechos y o deberes, que con el paso del tiempo y la idiosincrasia de cada cultura, se van institucionalizando hasta convertirse en banderas ondeantes en lo alto del zenit, para guiar o dirigir las acciones de las mayorías y de este modo evitar posibles desmanes surgibles de en medio de la subjetividad, en la mayoría de las veces, irracional y ajena al dominio de la voluntad.
La libertad, el orden, la capacidad de dialogo, el liderazgo, la participación en las decisiones de lo público, el trabajo, la utilidad, la bondad, la maldad, las sanciones, el valor de la vida y otras prioridades como la igualdad, el respeto, la justicia, la solidaridad y equidad, se han convertido en íconos individuales y / o comunitarios en las que sujetos, comunidades y naciones se han apropiado de tales categorías, para llevar a sanas formas de convivencia en interacción social. Tal y como lo presentan los esquemas sociopolíticos de la democracia griega, el modelo idealista de república, o el poder dominador y esclavista establecido por los señores feudales y aprobado en la mayoría de los casos por las comunidades dominantes como lo fue la iglesia de los siglos XIII al XV.
Poderosos esquemas de dominio social, que han sido aprobados por minorías con poder y asumidos por mayorías necesitadas con condición de esclavos, tales como el capitalismo, el que en una mezcla salvaje de libertades e intereses, han servido para mostrar hacia donde ir como lo hacen las carreras de perros, en las que un cebo es colgado a la nariz del galgo que corre tras él y sin la conciencia de que por más que se esfuerce no lo podrá alcanzar, porque el “sistema establecido por las clases de poder” no lo van a permitir. Son los modelos que hoy día se mantienen sobre el escalón de lo económico, -lo único que los sostiene-; porque desde el esquema de lo social está bien claro que ya hace años que dejaron ver su fracaso.
En la misma línea, se han visto modelos que pretendiendo los ideales de justicia, equidad e igualdad, solo lograron establecer eso; simples ideales que se quedaron no más que en tales, puesto que son contados los sujetos que están dispuestos a asumir una carga que siendo tan pesada, nadie, hoy día, se atreve a levantar. Pues es muy difícil en una sociedad tan liberalizada y con ideales de desarrollo tan arraigados en el colectivo humano poder hacer una propuesta donde no salgan a relucir los intereses individuales o distintos a una sociedad que parece ir hacia donde indica el mencionado desarrollo…a propósito ¿alguien sabe cuál es ese horizonte? Que unas veces parece comunitario, pero que en la mayoría de los casos es individualista, al punto de convertirse en mezquino, egoísta y utilitario a sabiendas que todos hacemos parte de una comunidad humana que profesa unos acuerdos sociales mínimos para el bienestar de las mayorías, como lo expresa Rousseau en su contrato social.
En este  momento es evidente que todavía queda “mucha tela por cortar”, sin embargo, es buen momento para concluir que la reflexión suscitada, busca ser solo un abrebocas a la gran reflexión axiológica aún por iniciar, cargada de valores, experiencias, análisis y sobre todo críticas objetivas que cada uno de los asistentes a este curso, puede aportar y enriquecer en medio de la dialéctica argumentativa y sintética de los buenos observadores del entorno sociopolítico, pasado, presente y futuro que nos concierne, nos afecta y nos proyecta.

*.*         Muchas gracias        *.*

miércoles, 17 de agosto de 2016

El lugar de la comunicación


El proceso de intercambiar las diferentes percepciones, nociones y valoraciones frente a los asuntos que nos competen, es posible en parte, por la comunicación. La socialización como la interacción social van de la mano de la comunicación, pues ella además de informar o posicionar imaginarios en la colectividad, también permite el intercambio de significados comunes, la producción y circulación de subjetividades. También por ella, estos imaginarios están en permanente transformación, son susceptibles de ser relativizados y obedecen al principio más de la incertidumbre que de la certeza. La comunicación como dinamizadora de la cultura, atraviesa los procesos de socialización y los procesos educativos, como prácticas culturales. He ahí que se inician los procesos éticos y/o morales.
 

domingo, 7 de agosto de 2016

PRECONCEPTOS DE ÉTICA



ANALISIS DE  PRECONCEPTOS DE ÉTICA, INTERACCIÓN HUMANA Y EDUCACIÓN


Estimad@ estudiante
     Con la intención de determinar ¿cuáles son sus conocimientos previos sobre conceptos básicos para el desarrollo del curso Ética interacción humana y Educación?, se le solicita definir desde su saber la definición de los conceptos que se presentan a continuación. Para este ejercicio no se debe hacer uso de ninguna fuente de estudio; solo se debe valer de sus ideas. Si desconoce algún concepto, continúe con el siguiente.
1.     Alteridad:
2.     Autonomía:
3.     Bioética:
4.     Capital:
5.     Comunicación:
6.     Deber:
7.     Ética:
8.     Hedonismo:
9.     Heteronomía:
10.  Interacción humana:
11.  Ley:
12.  Libertad:
13.  Moral:
14.  Objetividad:
15.  Política:
16.  Regla:
17.  Responsabilidad:
18.  Socialización:
19.  Subjetividad:
20.  Utilitarismo:
21.  Virtud:

lunes, 30 de mayo de 2016

La Alteridad

LA ALTERIDAD

1.    COMO CONCRECIÓN DE LA OPCIÓN POR LA VIDA

El valor fundamental es la vida humana. El ser personal es el fundamento de todos los principios morales; quien a su vez determina todas nuestras actitudes y compromisos.

¿Cómo se concreta la vida?
La concreción de la opción por la vida  se obtiene contrastando el valor del ser personal, como ideal de plenitud humana, con la realidad del entorno. Esto nos permite  conocer lo que falta y esto se transforma en aspiración concreta e inmediata. ¿Por qué? Porque la situación y las posibilidades  son diferentes.

Entonces ¿para qué trabajamos?
Porque el ser humano promedio puede aspirar a tener comida suficiente, vestido adecuado, casa propia, cultura básica, atención médica, libertad económica y política, es decir, la satisfacción de sus necesidades básicas. Pero al mismo tiempo es consciente de que  muchas de estas cosas  no las conseguirá nunca, ni él, ni sus hijos. Existen barreras  y fuerzas que menguan el horizonte de posibilidades. Las aspiraciones de unos  chocan con las de otros y siempre los débiles –que son la mayoría.  Deben renunciar a sus aspiraciones. Generando así la pregunta que debemos resolver ¿qué hacer entonces frente a la opción de vida?

Tensión entre situación y plenitud nos dan la pauta para definir el criterio de concreción; pues lo de mañana puede ser distinto  a lo de hoy y que lo existente no anula lo que está por venir. Entonces hay algo distinto? La respuesta es sí. Hay otra posibilidad; la conciencia de alteridad. El valor de la vida puede concretarse  para nosotros en el valor de la alteridad. ¿Pero en qué consiste esta conciencia de alteridad? ¿Qué significa esto como opción? Vamos a intentar resolverlo… hoy y en los siguientes encuentros académicos.

La alteridad como ruptura con la mismidad

En este caso alteridad significa negación de la totalidad cerrada (apertura). Pero antes de explicar esto vamos a dar una definición de lo que significa mundo; pues este desde el plano ético se define como la totalidad de sentido que el ser humano le concede a la realidad. Desde este explica  los fenómenos, juzga la perfección de las cosas y estructura el horizonte de sus posibilidades. Puede ser cerrado, ya que fuera de él  no existen otros sentidos, por los tanto la consecuencia lógica que queda es el sinsentido, lo no comprensible, la estupidez, lo que no va con lo que la masa  piensa.

Entonces, cuando yo miro a los demás desde mi mundo, estos resultan  carentes de sabiduría, de derecho a los cuales puedo someter, incorporarlos a mi mundo o aniquilarlos. Esta es la forma de pensar de la actualidad.

Este mundo totalizante vive cerrado en su propia mismidad. Dentro  de él no hay cabida para la diversidad, para otros mundos. A propósito ¿existe la posibilidad de la existencia de otros mundos?

La alteridad es, por tanto, ruptura de la mismidad. Supone aceptar la existencia de “lo otro” (como diferente, opuesto o contrario) frente a “lo mismo”. Supone aceptar  que existen diversos mundos  como totalidades de sentido y que yo no poseo la verdad absoluta, ni la raíz del derecho.

La opción por la vida de la persona se traduce en la opción  por la vida de “el otro”, de cada humano distinto a mí. Es una opción por la desintegración de la totalidad totalizante y de la mismidad. Es una opción por la comunicación, por la acción, por la libertad, por el cambio, por la vocación, por la apertura, que son las dimensiones del ser humano. Este es el primer significado de alteridad como opción. Es un significado de carácter universal.

2.    LA ALTERIDAD COMO CONCIENCIA DE “NUESTRO-SER OTRO”

La identidad de una persona, está íntimamente  vinculada a su pasado. Las experiencias del pasado confieren determinada forma de identificación a cada ser; esta puede ser exterior y superficial o interior y profunda. En el primer caso se puede observar lo que corresponde al nombre, ubicación, raza, etc. En el segundo se trata de la conciencia de ser y de acuerdo con una personalidad definida.

Ahora bien ¿cuál es esa conciencia  de ser?... nuestro ser es un “ser-independiente”, un “ser-en relación-a”; puesto que ningún ser es identificable sin relación con…

También a  este nivel de identidad nos movemos dentro del ámbito de “lo mismo” sin originalidad, ni personalidad propia. No existen verdaderas diferencias, solo puras distinciones que surgen de accidentes (hechos no calculados). Solo somos copias o imitación mal manejada de los modelos norteamericano o europeo. Todo nuestro ser  consiste en ser-como el europeo: hablar con él, vestir como el, pensar como el, pensar como él y divertirnos como él. Tenemos que definir nuestra identidad; tenemos que luchar por ser auténticos. La opción por la alteridad, es la opción por nuestra propia alteridad, se debe comenzar por  tener fe en nosotros mismos, es decir, confiar en lo que somos, pero también en lo que son y como son los demás más cercanos, debemos sentir aprecio por lo que son  nuestras comunidades (familia, amigos, barrio, ciudad, país) por sus valores y tradiciones.
La autenticidad es  un valor fundamental de la persona,  quien no vive con autenticidad  su propia vida no tiene conciencia del valor de la persona humana. Optar por la vida como alteridad consiste en optar primero por  la alteridad del propio ser personal. Y esa opción se manifiesta en el sentido  de la dignidad, en el orgullo personal y la confianza en sí mismo. Esto equivale a  ser auténtico, singular, diferente.
Actitudes posibilitantes
¿Qué actitudes asumir para traducir en actos y compromisos la opción fundamental? Es necesario establecer dos  vías concretas de realización para la persona en nuestra situación histórica. La realización personal depende de la cantidad de posibilidades reales que logremos crear para beneficio de todos. Nadie se puede realizar si le faltan los recursos, si le falta alimento, si carece de estudio, de trabajo de salud, para sí mismo y para su familia.

Pero ¿Cuáles son esas actitudes?

Sobre la rectitud de la conducta se han venido recalcando cuatro actitudes fundamentales las cuatro cardinales: justicia, prudencia, fortaleza y templanza; sin olvidar que también hace parte de este grupo, la fe, la esperanza y el amor. ¿Qué se entiende por virtud entonces? Es todo aquel esfuerzo continuado por actuar en determinada línea optada como valor. Ya que el ser humano definido como proyecto, ve la necesidad de unos instrumentos que le ayuden a lograr tal plan. Esta se presenta como la realidad que le va dando el hecho de lograrlo, en tanto que se hace persona, manteniendo la exigencia, esforzándose, manteniéndose en camino y generando en las virtudes una verdadera tensión.

a.    La fortaleza

Fortaleza es lo primero que necesitamos. Esta es valentía, coraje, firmeza y grandeza. Son dos caminos, es resistir y atacar. Ante las situaciones difíciles, ante los ataques recibidos, ante los peligros, las tentaciones, (amigos, drogas, marcas) ante las presiones externas, la represión, esta se manifiesta como resistencia. No es lo mismo que resignación ya que esta se refiere a la aceptación de una situación desagradable o perjudicial. Nos resignamos cuando ante una situación decimos no poder hacer nada para cambiarla. La verdadera fortaleza es resistencia, es decir, firmeza en la lucha con todas las fuerzas y recursos de que uno dispone. Se manifiesta en el coraje de quien se enfrenta al obstáculo, al enemigo, con valentía sin temor al sufrimiento. No se trata de la fuerza física del “macho” o del “matón”. Es la actitud de la persona que se mantiene en la lucha sin desaliento. Es la virtud de la fuerza interior: la psíquica y espiritual. Es el valor de una persona que nunca se puede medir  por su físico. Esta fuerza interior se encuentra finamente relacionada con la salud corpórea, pero no determinada por ella; pues nace desde dentro. Ejemplos de esto tenemos a Gandhi, a Luther King o  a Herder Cámara. En quienes la fortaleza se manifestó desde dentro como autodominio de sí mismos.


¡Necesitamos recobrar el sentido de la fortaleza! ¿Qué hacemos ante la injusticia social que impera? Solo le echamos la culpa al gobierno, a las multinacionales, a los que mandan, a los demás, pero no movemos un dedo. Cuando hay que denunciar le tenemos miedo a la represión, nos hacemos los que no vemos, y nos preguntamos ¿Para qué? ¿Qué gano? No contradecimos al amigo, ni al jefe, nos vendimos.  A nivel individual  carecemos de fortaleza para enfrentar estas y otras situaciones.

A nivel colectivo, es peor. Las instituciones privadas y oficiales poco hacen por ser privadas o estatales, la Iglesia porque no se mete en política,  los militares y policiales  porque  lo que les interesa es el orden  y mejor dicho la excusa se inventó y todo se quedó así… porque nadie se quiere meter en líos.

Lo importante entonces es que tomemos conciencia de la necesidad de la fortaleza. Ya es hora de ponernos en actitud. Como individuos hemos de cultivar la fuerza interior, como la más poderosa de todas las armas, más que el dinero y/o que la posición social más alta.

En el lenguaje de la alteridad la fortaleza es la valentía del pobre que se arriesga por el otro pobre hasta para salvar su vida. Se manifiesta en la cotidianidad al denunciar y dar testimonio, al gastar la vida a favor del otro. Implica actuar con libertad y autodominio; libertad ante las cosas, ante los bienes, que nos seducen como atractivos de confort y poder, y libre ante los “hombres” que nos seducen con promesas  de amistad y seguridad en lo material únicamente.

b.    La Justicia
Los derechos fundamentales de la persona humana son violados permanentemente. Pero este no es el problema ya que la mayoría de personas vivimos en situación o estado de injusticia, desde que nacemos hasta que morimos; nos hemos habituado a ella y ya ni siquiera nos llama la atención.

Esta se puede observar cuando revisamos las siguientes situaciones. Es injusto vivir siempre con hambre y morir de hambre, es injusto ser víctima de robo, de secuestro, de asesinato, de amenazas graves contra la propia vida o la de los familiares. Es injusto carecer de recursos y de oportunidades para aprender o leer o a escribir, para adquirir una cultura media. Es injusto estar sometido a los intereses de otros y sin la capacidad para hacer respetar los intereses de la mayoría; es injusto recibir un sueldo miserable por el trabajo diario. Es injusto  carecer de los recursos para alimentar y educar a los propios hijos. Es injusto tener que vender el propio cuerpo para no morirse de hambre. Es injusto no querer pensar y ofrecer el cuerpo por dinero. Es injusto no  tener disponible atención médica cuando esta se necesita y ésta existe para otros “sin que la requieran”.  Es injusto carecer de servicios elementales para llevar una vida digna. Es injusto carecer de libertad de expresión y de asociación. Es injusto vivir sometido al engaño de los medios de comunicación controlados por los grupos de poder. Es injusto tener que callarse la verdad por miedo a perder el empleo. Es injusto ser torturado y asesinado o ser expulsado de un país por defender la justicia.  Todo esto y mucho más es injusto, sin embargo, es  normal. Nos hemos habituado de tal modo a este tipo de situaciones, que ya no nos llaman la atención.
Como resultado, hemos cultivado inconscientemente en cada uno de nosotros actitudes de injusticia que orientan nuestros actos  cotidianos. Cuando podemos sacar beneficio engañando al otro “tumbándolo”  lo hacemos. Cuando podemos ascender a una posición social traicionando a otros, los traicionamos. Cuando  nos obligan a dar información falsa, la damos. Cuando nos amenazan  si decimos la verdad, nos callamos. Cuando podemos enriquecernos a  costa de otros, los explotamos. Cuando atender las necesidades de otros nos puede traer exigencias mayores, entonces desatendemos la posibilidad de  ayudar. Cuando alguien paga mejor nuestros servicios aunque los intereses sean oscuros, nos vendemos. Cuando soportar un embarazo y tener un hijo nos crea problemas serios, abortamos. Cuando descubrimos algo de otro que podamos apropiarlo sin ser descubiertos, lo robamos. Cuando le podemos subir el precio a un artículo para sacarle mayor ganancia, le subimos. Cuando podemos evadir responsabilidades sociales, las evadimos. Cuando podemos comprar los servicios ilícitos de un empleado, los compramos. Y  todo esto nos parece muy normal. Tan normal que nos parece raro quien no hace esto…

Asumir la actitudes de justicia en nuestro medio, no es nada fácil. Supone estar dispuestos a luchar  contra todo un sistema de injusticia, difícil de  cambiar.  Pero  es en esta situación  donde se pone a prueba el verdadero valor de las personas. Quien ha optado por la persona como alteridad,  no puede cerrar los ojos ante la dura realidad para soñar con realidades inalcanzables que a nada y a nadie comprometen. Ni siquiera puede limitarse al cumplimiento de esa justicia hipócrita que defienden los organismos jurídicos. Esa justicia legalista  que “justifica” todos los actos ilícitos  de quienes ostentan el poder y castigan sin piedad.

La justicia  como virtud  se define siempre como el hábito de dar a cada uno lo que le es suyo. La justicia se basa  en que toda persona  tiene algo suyo que los demás deben respetar: unos derechos. Pues todos tenemos  derecho a la vida y honra, a formar una familia, a trabajar, a recibir educación, a expresar su pensamiento, a usar en su provecho los bienes necesarios para llevar una vida digna.

La justicia  busca que a cada uno  se le reconozca y dé lo que le pertenece en derecho. El derecho está basado en la dignidad humana. Todos somos personas y desde esta perspectiva, todos somos iguales, con la misma dignidad a realizarnos en todas las dimensiones  del ser personal. Comunicación, encarnación, libertad, trascendencia, afrontamiento etc.

Este equilibrio resultante entre la igualdad de ser y el deber ser  entre todos los seres humanos, es la justicia. Las desigualdades son introducidas por el egoísmo y el poder de algunos y por tanto son injustas. La justicia no es la legalidad de un sistema, no es la defensa de la propiedad privada, sea de quien sea y haya sido adquirida  como sea. Justicia es la exigencia de proporcionar los recursos necesarios para llevar una vida digna con la familia, la exigencia de poder buscar el bien de todos (en lo económico y en lo político), le exigencia de poder atender al enfermo sin recursos, la exigencia de defender al débil, al niño en el vientre materno, al anciano, a la mujer, contra los intereses de los que tienen mucho…

Nuestra sociedad debe descubrir el verdadero espíritu de la justicia: tomando cada uno de nosotros como actitud, la defensa de la dignidad y los derechos innatos  de todas las personas. En perspectiva de alteridad, la justicia asume la actitud de reconocer, respetar y dar al otro lo que necesita, por la vivencia de la dignidad del otro en cuanto otro, en cuanto persona. Justicia es poner efectivamente a disposición del otro los bienes adecuados para satisfacer sus necesidades humanas, físicas y sociales; es poner a su disposición los medios para alcanzar la cultura y la humanidad de los verdaderos seres humanos. Siendo que se halle explícito en las leyes  o no se cumpla. 

c.    La prudencia
Hoy día la persona prudente se ve representada por la persona que se ve cómoda, equilibrada, enemiga de todo riesgo y amante del orden, la tranquilidad y la seguridad. Es el individuo que se acomoda a todo, por interés, es el experto en acomodarse a cualquier situación, haciendo a un lado los principios que le crean algún problema.

Es el individuo “astuto”, taimado que sabe disimular las verdaderas intenciones y así encontrar los medios para alcanzar sus propios objetivos, es el que evita todas las situaciones límite y los enfrentamientos, es el que se lleva bien con todos, por si acaso…
La prudencia se ha definido como “el hábito de razonar rectamente en lo que se debe hacer”. Es una virtud que afecta el entendimiento en relación con el obrar. Es la actitud de quien permanentemente se preocupa por lo que debe hacer y cómo lo debe hacer.

La prudencia se encarga de conocer los principios morales universales, de conocer la naturaleza de las cosas y las situaciones con mayor objetividad posible y calcular  con realismo las consecuencias  de toda acción. Está directamente  vinculada a la praxis  en cuanto a saber vivir o saber obrar. El prudente es solícito, preocupado, industrioso, discreto y cauto.

La prenuncia es lucidez y rectitud en el esfuerzo por el cambio. La opción por la alteridad imprime una concreta orientación a la prudencia; la cual consiste en el hábito de escuchar  la voz del otro, el clamor silencioso, la palabrea siempre nueva.

Cuando optamos por la alteridad desde la prudencia, percibimos la palabra del otro siempre como algo nuevo, y distinto de la charla de todos los días y fines de semana. La prudencia así vista es discernimiento de la voz del otro y es lucidez en la respuesta, que debe ser precisa y definitiva (cerrar el diálogo).

d.    La Templanza
Esta virtud se presenta como un soporte para las demás virtudes. Solo que se convierte en problema cuando llevados por las tendencias y apetitos nos inclinamos hacia el placer de lo sensible (sentidos), la bebida, el sexo, las sustancias alucinógenas, (marihuana, cafeína etc.) la ansiedad por las comidas y los desórdenes empobrecen las capacidades de la persona.

Entonces la prudencia nos exige un seguro sentido de la realidad. La fortaleza nos exige la concentración de las fuerzas de toda la persona frente al obstáculo y la tentación. La justicia exige la continua actitud de  búsqueda por el bien del otro. Y la templanza remata tras el interés de querer tener personas de bien con la exigencia de esfuerzo en cuanto a la privación calculada de muchos gustos (ascesis) como lo hace el deportista, el militar, el investigador o el escritor o en su defecto las personas que pasan necesidad y que por obligación deben abstenerse de cosas secundarias de las cuales dependen muchas otras personas.

Comprometerse con la templanza implica grado de autodominio, fuerza e inteligencia, capacidad de renuncia a lo lícito, a lo ilícito, a lo justo e injusto como lo hizo Gandhi, Jesús, Luther King. Pues estos personajes escucharon la voz del otro, y comprendieron la auténtica necesidad del que pedía una ayuda.

e.    La Esperanza
Optar por la persona significa optar por un ser de posibilidades y por un futuro diferente. Saber esperar es una virtud. Responde a la necesidad vital de desear, proyectar y conquistar el futuro. Nos ha tocado  en suerte ser inventores de nuestro propio  futuro; puesto que no estamos satisfechos de los que somos y queremos ser otra cosa. Por tanto la esperanza es un motivador para desplegarnos hacia delante con autenticidad, optimismo y entusiasmo.

f.     El amor
El amor une a las personas, les hace olvidar los sufrimientos causados  y los vuelve entusiastas. Para que el amor sea auténtico debe pasar por ser “amor de justicia”. El amor tiende espontáneamente a la posesión del otro, de la persona amada, hasta el punto de hacerla desaparecer como “otro” que es, para convertirla en prolongación de uno mismo. Esta identificación se percibe con el máximo de intensidad en el orgasmo de la relación sexual.

El amante llega a sentirse con derechos sobre la persona amada, y le impone sus gustos, exigencias y aspiraciones (celos).

El amor de justicia es acercarme espontáneamente a la otra persona, apoyarla en situaciones de infra humanidad, es sentirse impulsado a sacar del atascamiento, a ayudar, a solucionar el problema, poner en servicio todo lo que yo tengo para bien del otro. Es dar de comer al hambriento y de beber al sediento.

Este amor es exigente; pero auténtico, es buscar la justicia para bien de todos, es el pago de salarios no mínimos sino justos, es respetar los derechos de todos, es educar a la juventud con la conciencia de los valores y las necesidades de todos. Significa tener la conciencia  de que estamos contribuyendo y que no podemos juzgar a las personas por las deficiencias que tengan.

Amar es unirse al otro en su situación, ponerse de su parte en la recuperación de la persona y no de los bienes materiales únicamente.

El hombre virtuoso no es el santurrón o el bonachón  que a nadie molesta. Es más bien el ser humano que inquieta a todos porque denuncia, sacude, acelera al comprometido, concientiza y apoya.


·        Tomado de GONZALEZ ALVAREZ, Luis José. Ética. Santafé de Bogotá, El Búho, 1996. Pp. 197-203, 227-238


jueves, 23 de octubre de 2014

La vida: ¡qué dilema!

La vida: ¡qué dilema!
La condición de ser seres libres es elegir.

DILEMAS ÉTICOS Y MORALES 

Un dilema (ético o moral) es una narración breve, a modo de historia, en la que se  plantea  una  situación  posible  en  el  ámbito  de  la  realidad  que  provoca  un conflicto cognitivo a nivel moral. Debe buscarse una solución razonada del conflicto o  un  análisis  de  la  solución  elegida  por  el  sujeto  protagonista  de  la  historia.  Por regla  general  la  situación  se  presenta  como  una  elección  disyuntiva:  el  sujeto protagonista  se  encuentra  ante  una  situación  decisiva  ante  la  cual  existen  dos opciones, siendo ambas soluciones  igualmente  factibles y defendibles. El  individuo se reconoce, pues, ante una verdadera e inevitable situación conflictiva. 
Angel  Salazar  presenta  la  siguiente  información  que  nos  introduce  en  una disyuntiva de carácter pedagógico. 

"Lipman reconoce en  los dilemas un  instrumento válido para suscitar el debate y la reflexión filosófica. Sin duda, con este fin, desempeñan un papel decisivo las cuestiones que acompañan al dilema. Son ellos los que abren y posibilitan el diálogo creativo y razonado".

Haciendo ésta primera salvedad y siguiendo caso estrictamente de los principios establecidos  por  Lipman  y Kholberg,  el  niño no  puede  razonar moralmente  hasta haber adquirido  la plenitud de  su  capacidad  lógico-formal y haber  evolucionado a una autonomía efectiva que  le permita enjuiciar desde sí mismo. Esto supone que hasta ese momento,  los doce años aproximadamente, deberían  limitarse a  recibir formación moral mediante la adquisición de determinados valores y normas que ha
de aprender con la ayuda del educador... 

Desde  la  perspectiva  de  Lipman,  aunque  sin  el  desarrollo  completo  de  las operaciones  formales  y  el  pleno  ejercicio  de  su  autonomía,  el  niño  es  capaz  de pensar,  razonar y decidir  la  conducta más  coherente en  función de unas  reglas y principios  que  es  capaz  de  establecer  y  entender.  Por  tanto  los  dilemas  serían perfectamente útiles también en edades inferiores indicadas por Kholberg. 

Entonces se concluye que, en principio, ninguna  técnica de  trabajo en  grupo  que  permita  la  reflexión  y  el  diálogo  ético-filosófico  está  por  sí  misma descalificada;  por  lo  tanto  tampoco  el  dilema  moral  cuando  se  realiza  con  esta intención. Puede ser un muy buen  instrumento para propiciar un diálogo abierto y razonado, sugerente y creativo, siempre que no se quede en  la demanda de una respuesta  dicotómica  y  cerrada,  con  la  obligación  de  elegir  en  medio  de  unas condiciones fijas e inamovibles.  Inclusive,  en  algunos  casos  de  dilemas,  decidirse  por  la  cooperación  aunque parezca el camino más irracional, ofrece también una respuesta moralmente válida aunque suele confrontarnos con educativas paradojas.