lunes, 16 de enero de 2017

Etica de Mínimos



ÉTICA CÍVICA Y ÉTICA DE MÍNIMOS: EL PAPEL DE LAS FUNDACIONES

1.      Ética cívica mínima
En las sociedades que constitucionalmente tienen la estructura de democracias liberales, como es el caso obviamente de los países de América Latina y el Caribe, existe una doble forma de pluralismo, más o menos encarnado en la vida social: un pluralismo político y un pluralismo moral.
El pluralismo político consiste en la convivencia de distintas ideologías políticas que comparten una misma base constitucional. El pluralismo moral, por su parte, consiste en la convivencia de lo que desde Ética mínima me he permitido llamar distintas "éticas de máximos", y de alguna manera Joan Rawls entenderla como "distintas doctrinas comprehensivas del bien". Las distintas éticas de máximos consisten en distintas propuestas de vida buena, de vida feliz, que comparten unos valores y orientaciones comunes a los que podemos denominar "los mínimos éticos",  o bien una ética mínima[1].
Este tipo de ética es el que une a las personas en tanto que ciudadanas, aceptando la distinción que viene haciéndose desde la Modernidad entre "la persona" y "el ciudadano". Las personas tienden a una vida feliz y plena, pero, como ciudadanas, aspiran a desarrollar una convivencia justa. La ética de los ciudadanos, la ética cívica, contiene aquellos valores y principios de justicia que comparten las distintas éticas de máximos de una sociedad pluralista, mínimos por debajo de los cuales no se puede caer sin caer en inhumanidad.
Los contenidos de esa ética cívica serían los valores de libertad, igualdad, solidaridad, respeto activo y recurso al diálogo como camino para resolver los conflictos frente a la violencia; se referirían al respeto a los derechos humanos de las tres primeras generaciones, y a la idea de que los ciudadanos deben considerarse como ciudadanos sociales, en el sentido que dio a este término Thomas S. Marshall. A mi juicio, sin embargo, en un mundo global el mínimo de justicia que exige una ética cívica consiste en conseguir la "ciudadanía social cosmopolita", es decir, que todos los seres humanos vean protegidos y respetados sus derechos de primera y segunda generación[2]. Y como las cuestiones de justicia son cuestiones de exigencia, éste es un mínimo exigible para no caer en inhumanidad.  ¿A quién es exigible?
Habitualmente se ha entendido que los deberes de justicia deben ser asumidos por el poder político, en el nivel nacional, transnacional e internacional. Sin embargo, desde los años setenta del siglo XX un buen número de voces[3] recuerda que las tareas de justicia no son sólo obligación del poder político, sino también de los otros dos sectores que componen una sociedad: el Sector Económico y el Sector Social.
Las fundaciones forman parte del Sector Social o Tercer Sector, en principio, aunque a menudo están estrechamente ligadas al económico e incluso al político. Tradicionalmente, las  empresas  y  los  bancos  han  creado  fundaciones,   pero  en los últimos tiempos también los partidos políticos se aprestan a crear fundaciones, sobre todo culturales, que, permitan difundir sus ideas en el entorno.


2.      Las fundaciones en el contexto del Tercer Sector
Desde los años setenta del siglo XX se viene hablando en las sociedades industrializadas de un Tercer Sector, en el que la población cifra grandes esperanzas. Lo conforman ante todo organizaciones, asociaciones cívicas y fundaciones que tienen ante todo tareas de solidaridad.
El nombre le viene dado por el lugar que ocupa en la estructura institucional de las sociedades industrializadas con economía de mercado, compuestas por tres sectores al menos: 1) El llamado "Sector Público" (Estado) , formado por las Administraciones Públicas. Se caracteriza porque en él el control último corresponde a individuos o grupos legitimados por el poder político y por disponer de recursos públicos. 2) El llamado "Sector Privado Mercantil" (Mercado), formado por las entidades que desarrollan actividades con ánimo de lucro y son controladas por propietarios privados. 3) El llamado "Sector Social o Sector Privado no lucrativo", llamado también "Tercer Sector". Las entidades que forman parte de él ni son gubernamentales ni tienen fines lucrativos, sino que su finalidad es la solidaridad. No realizan actividades con ánimo de lucro significa que ninguna parte de los beneficios netos va a parar a ningún accionista individual, sino que tienen como meta acrecentar el bienser y el bienestar de las personas desde una jerarquía de intereses distinta a la que se ha hecho habitual.
Justamente del Tercer Sector se espera hoy en día que resuelva problemas planteados por la economía y la política en un mundo globalizado, en el que las personas precisan redes de acogida para no quedar en el vacío[4]. Esto no significa que el Tercer Sector supla tareas que correspondan a alguno de los otros dos sectores, si no es en situaciones de emergencia, sino que han de trabajar de forma conjunta, estableciendo entre ellos una relación de complementariedad y cooperación.
Ahora bien, en el conjunto del Tercer Sector existe una notable diferencia entre las asociaciones solidarias y las fundaciones. Las primeras trabajan en ocasiones con empresas que financian algunos de sus proyectos y pueden permitirse a través de esa colaboración generar capital simpatía entre los potenciales clientes a través del "marketing con causa" o del "marketing social". Pero, en el caso de las fundaciones, es muy común que constituyan el lado social de alguna entidad financiera o de alguna empresa, y en tal caso su comportamiento ético debe ser muy matizado, como muestra José Ángel Moreno en su trabajo "Ética, empresa y fundaciones", porque deben atender a los intereses de la empresa de la que forman parte, pero sobre todo a los intereses sociales que les dan sentido y legitimidad social[5].
Los fines de las fundaciones deben ser fundamentalmente la asistencia social, asuntos cívicos, educativos, culturales, científicos, deportivos, sanitarios, la cooperación para el desarrollo,   la   defensa   del   medio   ambiente,   el   fomento   de la economía o la investigación, la promoción del voluntariado, e incluso la participación económica activa en la construcción de la paz o en la reconstrucción de un país devastado por la guerra.
¿Cómo articular su tarea en el contexto de un mundo globalizado?


3.      La Sociedad del Riesgo Global
Ciertamente, la globalización puede definirse de formas muy diversas. Joaquín Estefanía la caracteriza como "un proceso por el que las economías nacionales se integran progresivamente en la economía internacional, de modo que su evolución depende cada vez más de los mercados internacionales y menos de las políticas económicas de los países”[6] y Martin y Schumann la definen en el sentido de que "comunicación de alta tecnología, bajos costes del transporte y libre comercio funden el mundo entero en un único mercado"[7].
En cualquier caso, lo bien cierto es que el proceso de globalización, tal como se está produciendo, tiene en su base distintas causas, entre ellas, la revolución informática, la capacidad de desplazamiento de las industrias inteligentes, la eliminación de barreras (de mercancías, de capital financiero, de trabajo), la volatilidad de los mercados de capitales y la universalización de estilos de vida costosos. Pero lo esencial es que la base ideológica desde la que se desarrolla el proceso actual de globalización es el neoliberalismo. La crisis del Estado del Bienestar y la Caída del Muro de Berlín parecen dejar a la humanidad sin alternativa ideológica, y es un neoliberalismo, basado en la teoría del "individualismo posesivo",  el que legitima y orienta el proceso globalizador.
Una de las consecuencias de todo ello es que hemos accedido a lo que se llama la "Sociedad del Riesgo Global". Un riesgo que se despliega al menos en cuatro dimensiones.
En primer lugar, riesgo ecológico. Se esquilman los recursos de la Tierra, se producen desechos tóxicos, la manipulación genética pone en cuestión incluso el futuro de la naturaleza humana[8].
En segundo lugar, la fabricación de armas de destrucción masiva pone en peligro a la especie humana. Pero también es un peligro que los Estados que tienen el poder suficiente para ello utilicen como coartada la posibilidad de que un país tenga armas de destrucción masiva para invadirlo.
En tercer lugar, la volatilidad de los mercados financieros, el imperio de los analistas financieros, las enormes posibilidades de corrupción, crean una inestabilidad económica nociva también para la vida económica.
Por último, el abismo creciente entre pobres y ricos, entre los países y en los mismos países, genera una insultante pobreza, de la que además llega a decirse que produce un daño ecológico.
Esta situación generalizada de riesgo produce falta de cohesión social, desconfianza generalizada, ausencia de capital social,    inseguridad.    Pero    sin    confianza,    cohesión, capital social y seguridad no funcionan ni la vida social, ni la política, ni la económica. Ni es posible tampoco que prosperen los países en vías de desarrollo porque, como muy bien ha puntualizado el Banco Mundial, los países para desarrollarse necesitan, no sólo capital natural, sino también capital construido, capital humano y capital social.
A mi juicio, la tarea de las fundaciones consiste, entre otras cosas, en colaborar en la tarea de contrarrestar la inseguridad creada por el proceso globalizador orientado por el neoliberalismo, que ha desembocado en la Sociedad del Riesgo Global, y de contrarrestarla, no reactivamente, sino proactivamente: anticipándose al futuro, creándolo.


4.      Ética de las fundaciones y ética global
Como toda actividad humana, la actividad de las fundaciones tiene unas metas que les dan sentido y legitimidad social. Tales metas, como ya hemos dicho, van más allá del afán de lucro, y se orientan por la idea de que también las entidades de la sociedad civil tiene que asumir su responsabilidad en los acontecimientos locales y mundiales para lograr que la globalización se oriente de otra manera: que se oriente de una forma ética. Porque si el proceso globalizador no cambia de tercio, y no se deja orientar éticamente, no sólo los seres humanos caeremos en inhumanidad, sino que pasaremos de la Sociedad del Riesgo a la destrucción consumada.
¿En qué medida pueden las fundaciones colaborar en la tarea de crear un futuro con una mayor cohesión social?
En primer lugar, ayudando a conservar y fomentando el capital natural tanto en el nivel local como en el mundial. Los recursos de la Tierra no son infinitos y es preciso proponer medidas que se anticipen a su destrucción mediante propuestas activas y programas de protección del medio ambiente. La responsabilidad medioambiental es la primera que debe asumir toda fundación y también toda empresa. De hecho la Unión Europea propone, también a las empresas, llevar el triple balance: económico,  social y medioambiental.
En segundo lugar, es indispensable realizar tareas que fomentan las capacidades de los miembros de la sociedad localmente, que es lo mismo que generar capital humano. Por "capital humano" se suele entender el aumento en los conocimientos y recursos de gestión, lo cual es verdad, pero al "capital humano" más básico son las capacidades vitales de los miembros de una sociedad, entre las que cuentan la salud, la educación y la cultura como las más básicas. Las fundaciones pueden y deben desarrollar programas de atención sanitaria, difusión cultural, deporte, y formación profesional, para cumplir con su responsabilidad local.
En el mismo sentido, en países en conflicto profundo están llamadas a proponer y desarrollar programas de paz y resolución de conflictos.
Y a colaborar activamente en la reconstrucción de países devastados por la guerra o la miseria, asumiendo de este modo su responsabilidad global.
En tercer lugar, las fundaciones son decisivas para la creación de capital social en las distintas modalidades en que se diversifica. Desde Tocqueville al menos sabemos que las redes asociativas son indispensables para el buen funcionamiento de la democracia   en   los   países   en que   está   implantado   el régimen democrático, y en el último tercio del siglo pasado Coleman recogió la idea de Tocqueville en su trabajo "Social Capital in the Creation of Human Capital"[9], Por seguir el hilo conductor, Robert Putnam publica en 1993 su libro Making Democracy Work. Civic Traditions in Modern Italy"[10] en el que intenta mostrar cómo los gobiernos del Norte de Italia funcionan mejor precisamente por su densa trama asociativa, mientras que los del Sur de Italia tienen menor rendimiento por su débil trama asociativa.
En esta misma línea de trabajo parece poder decirse que las democracias funcionan mejor con una amplia trama asociativa. Y, en este sentido, las fundaciones pueden realizar una gran tarea de fomentar el asociacionismo, en principio, desde su misma existencia como asociaciones, pero esencialmente colaborando en la formación de asociaciones culturales, de edad, de voluntariado, etc., en las que se den las relaciones exigibles para fomentar el capital social adecuado, de cuya caracterización me ocupé en Alianza y Contrato[11].
Ciertamente, la creación de capital humano depende de la creación de las redes sociales. Pero también de -la creación de otras tres formas de capital social que suelen olvidarse:
1)  La generación de confianza en las sociedades,  sin la que no funciona ninguna de las dimensiones de la vida social, hasta el punto de que la economía la precisa. El proceso globalizador, guiado por el neoliberalismo será totalmente suicida,  es preciso construir una ética de la confianza, que es el primer activo de cualquier sociedad, y en este momento está en franca decadencia tanto en el nivel local como en el mundial[12].
2)   El fomento del comportamiento cívico. Una sociedad en la que existe la civilidad, la virtud de los ciudadanos por la que respetan la vida compartida, cumplen las normas justas, cooperan en el mantenimiento de lo público, participan en programas cívicos, es una sociedad cohesionada socialmente. Las gentes están dispuestas a construir conjuntamente su vida compartida.
Y, en este sentido, las fundaciones pueden y deben desarrollar programas que animen a los ciudadanos a asumir ese hábito de la civilidad. Empezando, obviamente, por ellas mismas, que deben ser "fundaciones ciudadanas", responsables de su entorno social y medioambiental.
3)   La promoción de valores éticos, que impregnen la vida ciudadana y se transmitan a través de la educación. Se olvida a menudo que los valores por los que una sociedad actúa habitualmente, por muy plural que sea, le dan un sentido de existencia compartida si son valores de solidaridad y, en cambio, la disgregan, si prevalece el " individualismo insolidario.
Las fundaciones tienen también una gran responsabilidad en la tarea de encarnar y a la vez difundir valores de justicia y solidaridad, que componen un importante capital social de los pueblos.
En todos estos apartados que hemos mencionado la ética de las fundaciones exige, no intentar sólo eludir la intervención estatal, no   intentar generar sólo capital simpatía para las empresas que están tras  la fundación, no intentar sólo generar imagen,  sino  utilizar  su  independencia  relativa para arriesgar el patrimonio en temas  pioneros, abriendo creativamente nuevos espacios,  para generar productos de calidad que beneficien a la sociedad en su conjunto.  Lo cual requiere generosidad y un muy afinado sentido de la justicia.
Adela Cortina, Catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y Directora de la Fundación ÉTNOR   ("para la Ética de los Negocios y las Organizaciones")


[1]  Adela  cortina,   Ética mínima,   Madrid,   Tecnos,   1986; Ética aplicada y democracia radical, Madrid,  Tecnos, 1993.
[2] Ver  para  todo  ello  Adela  Cortina,   Ciudadanos  del mundo, Madrid,  alianza,  1997,  caps.  3 y 7.
[3] Entre ellos,  John Keane,  Jürgen Habermas o Michael Walzer.
[4] Jeremy Rifkin, El fin del trabajo, Barcelona, Paidós, 1996.
[5] José Ángel Moreno,   "Ética,  empresa y fundaciones" en Entre el fragor y el desconcierto,  Madrid,  Minerva,  2000,  cap. VI.

[6] Joaquín Estefanía, La nueva economía. La globalización, Madrid, Debate, 1996, p. 9.
[7] Hans-Peter   Martin   y   Harald   Schumann,    La   trampa   de la globalización, Madrid,  Taurus, 1998.
[8] Francis Fukuyama, El fin del hombre, Barcelona, Ediciones B, 2 002; Jürgen Habermas, El futuro de la naturaleza humana, Barcelona, Paidós, 2002; Adela Cortina, Por una ética del consumo, Madrid,  Taurus,  2002,  cap. VI.
[9] James S.  Coleman,   "Social Capital in the Creation of Human Capital", A/S 94 Supplement (1988) pp. 95-120.

[10] Robert D. Putnam, Making Democracy Work. Civic Traditions in Modern Italy, Princeton University Press.
[11] Adela cortina, Alianza y Contrato, Madrid,  Trotta, 2001.
[12] Francis Fukuyama, La confianza, Barcelona, Ediciones B, 1998; Adela Cortina (Dir.), Construir Confianza, Madrid, Trotta, 2003.



ETICA CIUDADANA –ADELA CORTINA


La ética siempre se ha identificado con lo justo y ha implicado  hechos como ayudar a ser personas, ideales de justicia, ser felices, etc.

También implica posibilidades de crear una sociedad justa y  hacer ciudadanos o personas que creen esa sociedad por su participación, ciudadanía activa.

Quizás sea necesario hoy día que en grupos como los nuestros o en otros se haga una reflexión “ética” sobre nuestra propia postura y situación en este momento como ciudadanos ante la crisis, y volvamos a valorar y reflexionar sobre el PROTAGONISMO DE LOS CIUDADANOS.

En la historia los humanos siempre hemos tenido a quien echar las culpas de nuestras situaciones: el demonio, el sistema, el capitalismo, el comunismo, la globalización, el neoliberalismo, el gobierno de turno, etc.

¿Cuándo tendremos la culpa nosotros? ¿Cuándo nos preguntaremos por nuestra parte de responsabilidad?

El futuro depende de lo que hagamos todos y cada uno de nosotros, de lo que hagamos hoy, es nuestra  responsabilidad.

El siglo XXI es el siglo de los ciudadanos, pero de los ciudadanos que no  dejen que otros les digan lo que tienen que hacer, cómo vivir o qué consumir, etc.

La CRISIS nos ha traído actualmente una situación de CONVULSIÓN en todos los ámbitos, de modo  que nos está impidiendo hasta poder pensar, reflexionar,  dialogar, etc.; han aparecido unas formas de vida que ya no son útiles para el momento actual, se nos ha quedado la ropa pequeña, ya no nos vale lo que vivíamos antes y tenemos que cambiar.

Esta crisis  ha sido, sobretodo, financiera y con pérdida de los valores éticos; algunas personas han tomado decisiones irresponsables con riesgos y por ambiciones y, frente a lo que debía haberse tenido como valores éticos,  han aparecido los contravalores que han llevado toda la sociedad a esta situación.

La vida  económica, tiene como misión la creación de buenas sociedades, es una actividad humana como otra  cualquiera, que se realiza con el fin de crear una buena sociedad y no que  su fin sea el beneficio personal, incluso social, a cualquier precio, por lo que el resultado ha sido, en esta crisis, el haber dado lugar a una mala empresa por una mala economía.

El fin de la economía es una buena empresa y una buena sociedad, con valores de responsabilidad, transparencia, comunicación y en beneficio de todos. Así se legitima la actividad económica y esta crea trabajo.

LA POLITICA: tiene también como meta el bien común, su desvío da lugar, como estamos viendo, a la corrupción y a la conquista del poder o a su conservación  o su conquista a cualquier precio.

MAQUIAVELO, en el Príncipe mantenía esta teoría sobre la toma del poder y su conservación, incluso pensando que era lo mejor para el pueblo. Hoy ocurre igual con los distintos PARTIDOS Políticos: su afán es coger el poder y mantenerlo como sea, mediante las “distintas ofertas para obtener votos” PARTIRIZAR LA VIDA PUBLICA y el enfrentamiento de unos con otros.

LA VIDA SE HA PARTIRIZADO, y frente a esto lo único que queda es LA REVOLUCIÓN DE LOS CIUDADANOS, personas que piensen por ellos mismos. Todos estamos a favor de unos y en contra de los otros, pero esto no es la POLITICA, la búsqueda del bien común, la creación de una sociedad para todos.

Como ciudadanos, tenemos lo que llamamos una VIDA SOCIAL que implica: formas de vivir, formas de consumir, ética de este consumo, pero este CONSUMO se ha convertido en un elemento de gran importancia para  la sociedad, en un nuevo Dios al que hay que adorar, nos lo venden como el motor de la producción del empleo; sin consumo todo se acaba no hay trabajo, no hay animación, no hay producción, es el caos, es la CRISIS. Nuestro destino es consumir y hacerlo en aquellos productos que nos indiquen, incluso el tiempo de duración de los mismos, de forma que podemos decir “dime que consumes y te diré  qué piensas”,  incluso  a quién votas.

No es que tengamos necesidades y entonces  consumimos, sino que el consumo hace que nos creemos toda una serie de necesidades. El mundo al revés, no se ha hecho el consumo para el hombre y la mujer, sino el hombre y la mujer se han hecho para consumir o nos vamos a pique. El gran valor ético de nuestra sociedad es el consumismo, cuanto más consumas mejor valorado serás.

Esto y otras cosas solo nos ha llevado a una gran crisis de valores; hoy se viven unos como el consumismo, el individualismo, el afán de lucro, la competitividad, etc.  y se van devaluando otros que son fundamentales para la sociedad.

LA RESPONSABILIDAD, LA CONFIANZA, LA SOLIDARIDAD son valores fundamentales para una ética ciudadana y una ciudadanía activa, que, a la vez de ser valores cristianos para nosotros, estos valores también se potencian en la tan llevada “EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA”.

La ciudadanía es el corazón de las sociedades, somos todos nosotros y nosotras y de nosotros/as depende todo pero estamos fallando; por ello, el  S. XXI tiene que ser el siglo de los ciudadanos.

CIUDADANO: para darle autentico sentido a la palabra tiene que ser alguien que sea dueño y señor de su vida, su propio señor, el que no se deja engañar o embaucar, sabe lo que le interesa, no le engañan, ni los tertulianos de turno, ni los medios de comunicación, ni los políticos de turno. Ahora esto es difícil pues estamos todos llenos de esquemas simples, ALIENADOS Y ALINEADOS, Y, SOBRE TODO, ENFRENTADOS.
Es complicado pensar por uno mismo, pero hemos de  conquistar nuestra autonomía, tarea harto difícil.

Aristóteles nos hablaba que somos animales sociales, con logos, con razón y palabra para decidir conjuntamente con otros sobre lo que  es justo o injusto, tener protagonismo con otros deliberando conjuntamente, trasmitiendo nuestras opiniones, construyendo una democracia deliberativa con nuestros iguales y eso es ser autentico ciudadano.

 Los derechos humanos nos comprometen en la igualdad de unos con otros. La conquista de la autonomía de cada uno debe hacerse en solidaridad con los otros. Nadie puede ser libre en solitario. En lugar de celebrar los días de la independencia de los pueblos deberíamos celebrar el día de la INTERDEPENDENCIA. Nos necesitamos unos a otros, El trabajo solidario es indispensable y  es clave para la justicia y la felicidad que todos buscamos.
Las sociedades  van ofertando proyectos de distinta índole que lleven a la felicidad,  a la que se nos invita o aconseja, pero la justicia debe de exigirse.  La llamada “CARIDAD”, en realidad, es justicia y  va implícita en ella, pues la CARIDAD siempre lleva en sí un plus que es la GRATUIDAD y esta no se puede imponer ni exigir.

La felicidad es una opción personal y en esa línea van también las distintas ofertas de la religiones, pero la justicia es una exigencia social. La pobreza es la máxima injusticia. La justicia es la clave de la ciudadanía. La exigencia de justicia es muy “Exigente”, valga la redundancia, y son propias de una autentica ciudadanía y de las instituciones.

Ciudadano es alguien con derechos que puede reclamar para sí y para otros que no los tienen y que ASUME DEBERES.

Hay varias tradiciones filosóficas de teoría política:

LA LIBERAL: en la que la comunidad política vive participando, con sentido de pertenencia a esa comunidad.

LA COSTUMBRISTA: se hacen responsables de su comunidad y de que allí se haga justicia. Se hacen responsables de su comunidad, cuidando a los más débiles.

REPUBLICANA: no debe haber dominio de unos sobre otros, por derechos, con libertad.
Los ciudadanos se implican y participan como en una mano intangible que les va uniendo en metas comunes, surge lo que denominamos “LA AMISTAD CIVICA” que les  hace amigos en metas comunes de lucha por la justicia.

Hoy hay poca amistad cívica, primero por la poca participación,  y segundo porque hemos pasado al enfrentamiento y a la convulsión por todo aquello que sucede, sea lo que sea: cambio, aborto, nacionalismos, crisis, economía, etc. Somos incapaces  de ver que el otro puede pensar algo distinto con buena intención, no por mala fe. Hemos perdido el respeto y el dialogo, es imposible deliberar, consensuar, y si esto no es posible estamos perdidos, pues la sospecha, la mentira,  el caos no nos lleva a ningún puerto, estamos sin salida. Hemos pasado de la cultura de la vida a la de la muerte. Los otros son los importantes para la vida. El por qué es lo importante, no el qué.

¿POR QUE HAY QUE SER UN BUEN CIUDADANO?

            1º. Porque interesa incluso en nuestra propia defensa en la protección de nuestros derechos  (salud, vida, educación…) y en el cumplimiento de nuestros deberes; es el estado de derecho que incluso está por encima de cualquier estado. Porque es inteligente ser un buen ciudadano.

            2º. Porque si eludo mi responsabilidad ciudadana me convierto en lo que se llama el síndrome del “polizón” o del gorrón,  vive de los demás y un día me pueden exigir responsabilidades ¿cómo voy a responder?.

3º. Por sentido de justicia, porque todos ganamos mucho viviendo en sociedad, nos hemos enriquecido todos mucho y debemos por justicia devolvérselo a la sociedad.

            4º. No somos  individuos  aislados  sino relacionales, somos personas porque otros nos lo han reconocido, hay un reconocimiento reciproco, puedo decir yo, porque otro me ha dicho tú. El otro, la ética del dialogo es donde nos reconocemos como interlocutores válidos.  LA ETICA DE LA RELACIÓN CORDIAL, LA ALIANZA, EL CONSENSO, EL CONTACTO, LA PARTICIPACION CON OTROS, EL RESPETO AL OTRO son los valores que debemos volver a conquistar. Reconocernos como iguales, la felicidad de los otros, forma parte de mi felicidad.
Para nosotros, que tenemos una tradición religiosa desde el génesis que es la de la ALIANZA: Adán fue primero naturaleza, ser vivo, pero no fue persona hasta aparecer Eva, carne de mi carne, personas vinculadas la una a la otra, reconociéndose como tales el uno al otro.

También de la tradición de “DOMINAR LA TIERRA”, hay que pasar a la del cuidado de la misma.

¿CÓMO SALIR DE LA CRISIS HOY?

Como personas que creen, en algo o en alguien, tenemos mucho que aportar:
1º. O salimos en relación, aislados no, o no salimos.

2º. O recuperamos la ciudadanía autentica y activa con un trabajo conjunto de AMISTAD  CIVICA Y DE ETICA DE LA RELACIÓN CORDIAL  o no salimos.

3º. O trabajamos por los derechos y los deberes que nos implican a cada uno y a los otros, es decir, por LA JUSTICIA o no salimos.

4º. Aportamos valores  de la GRATUIDAD que no pueden exigirse ni pagarse como es el CARIÑO, EL CONSUELO, LA ESPERANZA , LA COMPASION, EL SENTIDO PROFUNDO DE LA VIDA, que no son derechos ni deberes reclamables, pero son muy necesarios,  o no saldremos en este momento de la situación , ni alcanzaremos la utopía del Reino.

NOSOTROS TENEMOS LA PALABRA Y LA RESPONSABILIDAD EN ESTA SOCIEDAD Y EN ESTE SIGLO XXI, EL DE LOS CIUDADANOS. NO PERDAMOS ESTA OPORTUNIDAD HISTORICA.



Tomado de: garcianieto.files.wordpress.com/2010/06/etica-ciudadana.doc
Ó http://www.google.com.co/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CBsQFjAA&url=http%3A%2F%2Fgarcianieto.files.wordpress.com%2F2010%2F06%2Fetica-ciudadana.doc&ei=56MNVIyKBZLxgwSty4L4DQ&usg=AFQjCNG6TSOdNmUX6r4lxnLGZGtJkB1Erw