
ÉTICA CÍVICA Y ÉTICA DE
MÍNIMOS: EL PAPEL DE LAS FUNDACIONES
1. Ética cívica mínima
En las
sociedades que constitucionalmente tienen la estructura de democracias
liberales, como es el caso obviamente de los países de América Latina y el
Caribe, existe una doble forma de pluralismo, más o menos encarnado en
la vida social: un pluralismo político y un pluralismo moral.
El
pluralismo político consiste en la convivencia de distintas ideologías
políticas que comparten una misma base constitucional. El pluralismo moral, por
su parte, consiste en la convivencia de lo que desde Ética mínima me he
permitido llamar distintas "éticas de máximos", y de alguna manera
Joan Rawls entenderla como "distintas doctrinas comprehensivas del bien".
Las distintas éticas de máximos consisten en distintas propuestas de vida buena,
de vida feliz, que comparten unos valores y orientaciones comunes a los que
podemos denominar "los mínimos éticos", o bien una ética mínima[1].
Este tipo
de ética es el que une a las personas en tanto que ciudadanas, aceptando la distinción
que viene haciéndose desde la Modernidad entre "la persona" y
"el ciudadano". Las personas tienden a una vida feliz y plena, pero, como
ciudadanas, aspiran a desarrollar una convivencia justa. La ética de los ciudadanos,
la ética cívica, contiene aquellos valores y principios de justicia que
comparten las distintas éticas de máximos de una sociedad pluralista, mínimos
por debajo de los cuales no se puede caer sin caer en inhumanidad.
Los
contenidos de esa ética cívica serían los valores de libertad, igualdad,
solidaridad, respeto activo y recurso al diálogo como camino para resolver los
conflictos frente a la violencia; se referirían al respeto a los derechos
humanos de las tres primeras generaciones, y a la idea de que los ciudadanos
deben considerarse como ciudadanos sociales, en el sentido que dio a este
término Thomas S. Marshall. A mi juicio, sin embargo, en un mundo global el
mínimo de justicia que exige una ética cívica consiste en conseguir la "ciudadanía
social cosmopolita", es decir, que todos los seres humanos vean
protegidos y respetados sus derechos de primera y segunda generación[2]. Y
como las cuestiones de justicia son cuestiones de exigencia, éste es un mínimo exigible
para no caer en inhumanidad. ¿A quién es
exigible?
Habitualmente
se ha entendido que los deberes de justicia deben ser asumidos por el poder
político, en el nivel nacional, transnacional e internacional. Sin embargo,
desde los años setenta del siglo XX un buen número de voces[3]
recuerda que las tareas de justicia no son sólo obligación del poder político,
sino también de los otros dos sectores que componen una sociedad: el Sector
Económico y el Sector Social.
Las
fundaciones forman parte del Sector Social o Tercer Sector, en principio, aunque
a menudo están estrechamente ligadas al económico e incluso al político.
Tradicionalmente, las empresas y los bancos
han creado fundaciones,
pero en los últimos tiempos
también los partidos políticos se aprestan a crear fundaciones, sobre todo
culturales, que, permitan difundir sus ideas en el entorno.
2. Las fundaciones en el
contexto del Tercer Sector
Desde los
años setenta del siglo XX se viene hablando en las sociedades industrializadas
de un Tercer Sector, en el que la población cifra grandes esperanzas. Lo
conforman ante todo organizaciones, asociaciones cívicas y fundaciones que tienen
ante todo tareas de solidaridad.
El nombre
le viene dado por el lugar que ocupa en la estructura institucional de las
sociedades industrializadas con economía de mercado, compuestas por tres
sectores al menos: 1) El llamado "Sector Público" (Estado) , formado
por las Administraciones Públicas. Se caracteriza porque en él el control
último corresponde a individuos o grupos legitimados por el poder político y
por disponer de recursos públicos. 2) El llamado "Sector Privado Mercantil"
(Mercado), formado por las entidades que desarrollan actividades con ánimo de
lucro y son controladas por propietarios privados. 3) El llamado "Sector
Social o Sector Privado no lucrativo", llamado también "Tercer
Sector". Las entidades que forman parte de él ni son gubernamentales ni
tienen fines lucrativos, sino que su finalidad es la solidaridad. No realizan
actividades con ánimo de lucro significa que ninguna parte de los beneficios
netos va a parar a ningún accionista individual, sino que tienen como meta
acrecentar el bienser y el bienestar de las personas desde una jerarquía de
intereses distinta a la que se ha hecho habitual.
Justamente
del Tercer Sector se espera hoy en día que resuelva problemas planteados por la
economía y la política en un mundo globalizado, en el que las personas precisan
redes de acogida para no quedar en el vacío[4].
Esto no significa que el Tercer Sector supla tareas que correspondan a alguno
de los otros dos sectores, si no es en situaciones de emergencia, sino que han
de trabajar de forma conjunta, estableciendo entre ellos una relación de
complementariedad y cooperación.
Ahora
bien, en el conjunto del Tercer Sector existe una notable diferencia entre las asociaciones
solidarias y las fundaciones. Las primeras trabajan en ocasiones con
empresas que financian algunos de sus proyectos y pueden permitirse a través de
esa colaboración generar capital simpatía entre los potenciales clientes a
través del "marketing con causa" o del "marketing social".
Pero, en el caso de las fundaciones, es muy común que constituyan el lado
social de alguna entidad financiera o de alguna empresa, y en tal caso su
comportamiento ético debe ser muy matizado, como muestra José Ángel Moreno en
su trabajo "Ética, empresa y fundaciones", porque deben atender a los
intereses de la empresa de la que forman parte, pero sobre todo a los intereses
sociales que les dan sentido y legitimidad social[5].
Los fines
de las fundaciones deben ser fundamentalmente la asistencia social, asuntos
cívicos, educativos, culturales, científicos, deportivos, sanitarios, la
cooperación para el desarrollo, la defensa
del medio ambiente,
el fomento de la economía o la investigación, la
promoción del voluntariado, e incluso la participación económica activa en la
construcción de la paz o en la reconstrucción de un país devastado por la
guerra.
¿Cómo articular su
tarea en el contexto de un mundo globalizado?
3. La Sociedad del Riesgo
Global
Ciertamente,
la globalización puede definirse de formas muy diversas. Joaquín Estefanía la
caracteriza como "un proceso por el que las economías nacionales se
integran progresivamente en la economía internacional, de modo que su evolución
depende cada vez más de los mercados internacionales y menos de las políticas
económicas de los países”[6] y
Martin y Schumann la definen en el sentido de que "comunicación de alta
tecnología, bajos costes del transporte y libre comercio funden el mundo entero
en un único mercado"[7].
En
cualquier caso, lo bien cierto es que el proceso de globalización, tal como
se está produciendo, tiene en su base distintas causas, entre ellas, la
revolución informática, la capacidad de desplazamiento de las industrias
inteligentes, la eliminación de barreras (de mercancías, de capital financiero,
de trabajo), la volatilidad de los mercados de capitales y la universalización
de estilos de vida costosos. Pero lo esencial es que la base ideológica
desde la que se desarrolla el proceso actual de globalización es el
neoliberalismo. La crisis del Estado del Bienestar y la Caída del Muro de
Berlín parecen dejar a la humanidad sin alternativa ideológica, y es un
neoliberalismo, basado en la teoría del "individualismo posesivo", el que legitima y orienta el proceso
globalizador.
Una de
las consecuencias de todo ello es que hemos accedido a lo que se llama la
"Sociedad del Riesgo Global". Un riesgo que se despliega al menos en
cuatro dimensiones.
En primer
lugar, riesgo ecológico. Se esquilman los recursos de la Tierra, se
producen desechos tóxicos, la manipulación genética pone en cuestión incluso el
futuro de la naturaleza humana[8].
En segundo
lugar, la fabricación de armas de destrucción masiva pone en peligro a la
especie humana. Pero también es un peligro que los Estados que tienen el poder
suficiente para ello utilicen como coartada la posibilidad de que un país tenga
armas de destrucción masiva para invadirlo.
En tercer
lugar, la volatilidad de los mercados financieros, el imperio de los
analistas financieros, las enormes posibilidades de corrupción, crean una
inestabilidad económica nociva también para la vida económica.
Por último, el abismo creciente entre pobres y ricos, entre los países y en los
mismos países, genera una insultante pobreza, de la que además llega a decirse
que produce un daño ecológico.
Esta
situación generalizada de riesgo produce falta de cohesión social, desconfianza
generalizada, ausencia de capital social, inseguridad. Pero
sin confianza, cohesión, capital social y seguridad no
funcionan ni la vida social, ni la política, ni la económica. Ni es posible
tampoco que prosperen los países en vías de desarrollo porque, como muy bien ha
puntualizado el Banco Mundial, los países para desarrollarse necesitan, no sólo
capital natural, sino también capital construido, capital humano y capital
social.
A mi
juicio, la tarea de las fundaciones consiste, entre otras cosas, en colaborar
en la tarea de contrarrestar la inseguridad creada por el proceso globalizador
orientado por el neoliberalismo, que ha desembocado en la Sociedad del Riesgo
Global, y de contrarrestarla, no reactivamente, sino proactivamente: anticipándose
al futuro, creándolo.
4. Ética de las fundaciones
y ética global
Como toda
actividad humana, la actividad de las fundaciones tiene unas metas que les
dan sentido y legitimidad social. Tales metas, como ya hemos dicho, van más
allá del afán de lucro, y se orientan por la idea de que también las entidades
de la sociedad civil tiene que asumir su responsabilidad en los acontecimientos
locales y mundiales para lograr que la globalización se oriente de otra manera:
que se oriente de una forma ética. Porque si el proceso globalizador no cambia
de tercio, y no se deja orientar éticamente, no sólo los seres humanos caeremos
en inhumanidad, sino que pasaremos de la Sociedad del Riesgo a la destrucción
consumada.
¿En qué
medida pueden las fundaciones colaborar en la tarea de crear un futuro con una mayor
cohesión social?
En primer
lugar, ayudando a conservar y fomentando el capital natural tanto en
el nivel local como en el mundial. Los recursos de la Tierra no son infinitos y
es preciso proponer medidas que se anticipen a su destrucción mediante
propuestas activas y programas de protección del medio ambiente. La responsabilidad
medioambiental es la primera que debe asumir toda fundación y también toda
empresa. De hecho la Unión Europea propone, también a las empresas, llevar el
triple balance: económico, social y
medioambiental.
En segundo
lugar, es indispensable realizar tareas que fomentan las capacidades
de los miembros de la sociedad localmente, que es lo mismo que generar capital
humano. Por "capital humano" se suele entender el aumento en los
conocimientos y recursos de gestión, lo cual es verdad, pero al "capital humano"
más básico son las capacidades vitales de los miembros de una sociedad, entre
las que cuentan la salud, la educación y la cultura como las más básicas. Las
fundaciones pueden y deben desarrollar programas de atención sanitaria,
difusión cultural, deporte, y formación profesional, para cumplir con su
responsabilidad local.
En el
mismo sentido, en países en conflicto profundo están llamadas a proponer y
desarrollar programas de paz y resolución de conflictos.
Y a
colaborar activamente en la reconstrucción de países devastados por la guerra o
la miseria, asumiendo de este modo su responsabilidad global.
En tercer
lugar, las fundaciones son decisivas para la creación de capital
social en las distintas modalidades en que se diversifica. Desde
Tocqueville al menos sabemos que las redes asociativas son indispensables para
el buen funcionamiento de la democracia
en los países
en que está implantado
el régimen democrático, y en el último tercio del siglo pasado Coleman
recogió la idea de Tocqueville en su trabajo "Social Capital in the
Creation of Human Capital"[9],
Por seguir el hilo conductor, Robert Putnam publica en 1993 su libro Making
Democracy Work. Civic Traditions in Modern Italy"[10]
en el que intenta mostrar cómo los gobiernos del Norte de Italia funcionan
mejor precisamente por su densa trama asociativa, mientras que los del Sur de
Italia tienen menor rendimiento por su débil trama asociativa.
En esta
misma línea de trabajo parece poder decirse que las democracias funcionan mejor
con una amplia trama asociativa. Y, en este sentido, las fundaciones pueden
realizar una gran tarea de fomentar el asociacionismo, en principio,
desde su misma existencia como asociaciones, pero esencialmente colaborando en
la formación de asociaciones culturales, de edad, de voluntariado, etc., en las
que se den las relaciones exigibles para fomentar el capital social adecuado,
de cuya caracterización me ocupé en Alianza y Contrato[11].
Ciertamente,
la creación de capital humano depende de la creación de las redes sociales.
Pero también de -la creación de otras tres formas de capital social que suelen
olvidarse:
1) La generación de confianza en las
sociedades, sin la que no funciona
ninguna de las dimensiones de la vida social, hasta el punto de que la economía
la precisa. El proceso globalizador, guiado por el neoliberalismo será totalmente
suicida, es preciso construir una ética
de la confianza, que es el primer activo de cualquier sociedad, y en
este momento está en franca decadencia tanto en el nivel local como en el
mundial[12].
2) El
fomento del comportamiento cívico. Una sociedad en la que existe la civilidad,
la virtud de los ciudadanos por la que respetan la vida compartida, cumplen las
normas justas, cooperan en el mantenimiento de lo público, participan en
programas cívicos, es una sociedad cohesionada socialmente. Las gentes
están dispuestas a construir conjuntamente su vida compartida.
Y, en
este sentido, las fundaciones pueden y deben desarrollar programas que animen a
los ciudadanos a asumir ese hábito de la civilidad. Empezando, obviamente, por
ellas mismas, que deben ser "fundaciones ciudadanas", responsables de
su entorno social y medioambiental.
3) La promoción
de valores éticos, que impregnen la vida ciudadana y se transmitan a
través de la educación. Se olvida a menudo que los valores por los que una
sociedad actúa habitualmente, por muy plural que sea, le dan un sentido de
existencia compartida si son valores de solidaridad y, en cambio, la disgregan,
si prevalece el " individualismo insolidario.
Las
fundaciones tienen también una gran responsabilidad en la tarea de encarnar y a
la vez difundir valores de justicia y solidaridad, que componen un importante
capital social de los pueblos.
En todos estos
apartados que hemos mencionado la ética de las fundaciones exige, no intentar
sólo eludir la intervención estatal, no
intentar generar sólo capital simpatía para las empresas que están
tras la fundación, no intentar sólo
generar imagen, sino utilizar
su independencia relativa para arriesgar el patrimonio en temas pioneros, abriendo creativamente nuevos espacios, para generar productos de calidad que
beneficien a la sociedad en su conjunto.
Lo cual requiere generosidad y un muy afinado sentido de la justicia.
Adela Cortina,
Catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y
Directora de la Fundación ÉTNOR
("para la Ética de los Negocios y las Organizaciones")
[1] Adela cortina,
Ética mínima,
Madrid, Tecnos, 1986; Ética aplicada y democracia radical,
Madrid, Tecnos, 1993.
[2] Ver para todo
ello Adela Cortina,
Ciudadanos del mundo,
Madrid, alianza, 1997,
caps. 3 y 7.
[3] Entre ellos, John Keane, Jürgen Habermas o Michael Walzer.
[4] Jeremy Rifkin, El
fin del trabajo, Barcelona, Paidós, 1996.
[5] José Ángel
Moreno, "Ética, empresa y fundaciones" en Entre el
fragor y el desconcierto,
Madrid, Minerva, 2000,
cap. VI.
[6] Joaquín Estefanía, La
nueva economía. La globalización, Madrid, Debate, 1996, p. 9.
[7] Hans-Peter Martin
y Harald Schumann,
La trampa de la globalización, Madrid, Taurus, 1998.
[8] Francis
Fukuyama, El fin del hombre, Barcelona, Ediciones B, 2 002; Jürgen
Habermas, El futuro de la naturaleza humana, Barcelona, Paidós, 2002;
Adela Cortina, Por una ética del consumo, Madrid, Taurus,
2002, cap. VI.
[9]
James S. Coleman, "Social Capital in the Creation of
Human Capital", A/S 94 Supplement (1988) pp. 95-120.
[10]
Robert D. Putnam, Making Democracy Work. Civic Traditions in Modern
Italy, Princeton University Press.
[11] Adela cortina, Alianza
y Contrato, Madrid, Trotta, 2001.
[12] Francis Fukuyama, La
confianza, Barcelona, Ediciones B, 1998; Adela Cortina (Dir.), Construir
Confianza, Madrid, Trotta, 2003.
ETICA
CIUDADANA –ADELA CORTINA
La ética siempre se ha identificado con lo
justo y ha implicado hechos como ayudar
a ser personas, ideales de justicia, ser felices, etc.
También implica posibilidades de crear una
sociedad justa y hacer ciudadanos o personas
que creen esa sociedad por su participación, ciudadanía activa.
Quizás sea necesario hoy día que en grupos
como los nuestros o en otros se haga una reflexión “ética” sobre nuestra propia
postura y situación en este momento como ciudadanos ante la crisis, y volvamos
a valorar y reflexionar sobre el PROTAGONISMO DE LOS CIUDADANOS.
En la historia los humanos siempre hemos
tenido a quien echar las culpas de nuestras situaciones: el demonio, el
sistema, el capitalismo, el comunismo, la globalización, el neoliberalismo, el
gobierno de turno, etc.
¿Cuándo tendremos la culpa nosotros? ¿Cuándo
nos preguntaremos por nuestra parte de responsabilidad?
El futuro depende de lo que hagamos todos y
cada uno de nosotros, de lo que hagamos hoy, es nuestra responsabilidad.
El siglo XXI es el siglo de los ciudadanos,
pero de los ciudadanos que no dejen que
otros les digan lo que tienen que hacer, cómo vivir o qué consumir, etc.
La CRISIS nos ha traído actualmente una
situación de CONVULSIÓN en todos los ámbitos, de modo que nos está impidiendo hasta poder pensar,
reflexionar, dialogar, etc.; han
aparecido unas formas de vida que ya no son útiles para el momento actual, se
nos ha quedado la ropa pequeña, ya no nos vale lo que vivíamos antes y tenemos
que cambiar.
Esta crisis
ha sido, sobretodo, financiera y con pérdida de los valores éticos;
algunas personas han tomado decisiones irresponsables con riesgos y por
ambiciones y, frente a lo que debía haberse tenido como valores éticos, han aparecido los contravalores que han
llevado toda la sociedad a esta situación.
La vida
económica, tiene como misión la creación de buenas sociedades, es una
actividad humana como otra cualquiera,
que se realiza con el fin de crear una buena sociedad y no que su fin sea el beneficio personal, incluso
social, a cualquier precio, por lo que el resultado ha sido, en esta crisis, el
haber dado lugar a una mala empresa por una mala economía.
El fin de la economía es una buena empresa y
una buena sociedad, con valores de responsabilidad, transparencia, comunicación
y en beneficio de todos. Así se legitima la actividad económica y esta crea
trabajo.
LA POLITICA: tiene también como meta el bien
común, su desvío da lugar, como estamos viendo, a la corrupción y a la
conquista del poder o a su conservación
o su conquista a cualquier precio.
MAQUIAVELO, en el Príncipe mantenía esta
teoría sobre la toma del poder y su conservación, incluso pensando que era lo
mejor para el pueblo. Hoy ocurre igual con los distintos PARTIDOS Políticos: su
afán es coger el poder y mantenerlo como sea, mediante las “distintas ofertas
para obtener votos” PARTIRIZAR LA VIDA PUBLICA y el enfrentamiento de unos con
otros.
LA VIDA SE HA PARTIRIZADO, y frente a esto lo
único que queda es LA REVOLUCIÓN DE LOS CIUDADANOS, personas que piensen por
ellos mismos. Todos estamos a favor de unos y en contra de los otros, pero esto
no es la POLITICA, la búsqueda del bien común, la creación de una sociedad para
todos.
Como ciudadanos, tenemos lo que llamamos una
VIDA SOCIAL que implica: formas de vivir, formas de consumir, ética de este
consumo, pero este CONSUMO se ha convertido en un elemento de gran importancia
para la sociedad, en un nuevo Dios al
que hay que adorar, nos lo venden como el motor de la producción del empleo;
sin consumo todo se acaba no hay trabajo, no hay animación, no hay producción,
es el caos, es la CRISIS. Nuestro destino es consumir y hacerlo en aquellos
productos que nos indiquen, incluso el tiempo de duración de los mismos, de
forma que podemos decir “dime que consumes y te diré qué piensas”,
incluso a quién votas.
No es que tengamos necesidades y
entonces consumimos, sino que el consumo
hace que nos creemos toda una serie de necesidades. El mundo al revés, no se ha
hecho el consumo para el hombre y la mujer, sino el hombre y la mujer se han
hecho para consumir o nos vamos a pique. El gran valor ético de nuestra
sociedad es el consumismo, cuanto más consumas mejor valorado serás.
Esto y otras cosas solo nos ha llevado a una
gran crisis de valores; hoy se viven unos como el consumismo, el individualismo,
el afán de lucro, la competitividad, etc.
y se van devaluando otros que son fundamentales para la sociedad.
LA RESPONSABILIDAD, LA CONFIANZA, LA
SOLIDARIDAD son valores fundamentales para una ética ciudadana y una ciudadanía
activa, que, a la vez de ser valores cristianos para nosotros, estos valores
también se potencian en la tan llevada “EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA”.
La ciudadanía es el corazón de las
sociedades, somos todos nosotros y nosotras y de nosotros/as depende todo pero
estamos fallando; por ello, el S. XXI
tiene que ser el siglo de los ciudadanos.
CIUDADANO: para darle autentico sentido a la
palabra tiene que ser alguien que sea dueño y señor de su vida, su propio
señor, el que no se deja engañar o embaucar, sabe lo que le interesa, no le
engañan, ni los tertulianos de turno, ni los medios de comunicación, ni los
políticos de turno. Ahora esto es difícil pues estamos todos llenos de esquemas
simples, ALIENADOS Y ALINEADOS, Y, SOBRE TODO, ENFRENTADOS.
Es complicado pensar por uno mismo, pero
hemos de conquistar nuestra autonomía,
tarea harto difícil.
Aristóteles nos hablaba que somos animales
sociales, con logos, con razón y palabra para decidir conjuntamente con otros
sobre lo que es justo o injusto, tener
protagonismo con otros deliberando conjuntamente, trasmitiendo nuestras
opiniones, construyendo una democracia deliberativa con nuestros iguales y eso
es ser autentico ciudadano.
Los
derechos humanos nos comprometen en la igualdad de unos con otros. La conquista
de la autonomía de cada uno debe hacerse en solidaridad con los otros. Nadie
puede ser libre en solitario. En lugar de celebrar los días de la independencia
de los pueblos deberíamos celebrar el día de la INTERDEPENDENCIA. Nos
necesitamos unos a otros, El trabajo solidario es indispensable y es clave para la justicia y la felicidad que
todos buscamos.
Las sociedades van ofertando proyectos de distinta índole
que lleven a la felicidad, a la que se
nos invita o aconseja, pero la justicia debe de exigirse. La llamada “CARIDAD”, en realidad, es
justicia y va implícita en ella, pues la
CARIDAD siempre lleva en sí un plus que es la GRATUIDAD y esta no se puede
imponer ni exigir.
La felicidad es una opción personal y en esa
línea van también las distintas ofertas de la religiones, pero la justicia es
una exigencia social. La pobreza es la máxima injusticia. La justicia es la
clave de la ciudadanía. La exigencia de justicia es muy “Exigente”, valga la
redundancia, y son propias de una autentica ciudadanía y de las instituciones.
Ciudadano es alguien con derechos que puede
reclamar para sí y para otros que no los tienen y que ASUME DEBERES.
Hay varias tradiciones filosóficas de teoría
política:
LA LIBERAL: en la que la comunidad política
vive participando, con sentido de pertenencia a esa comunidad.
LA COSTUMBRISTA: se hacen responsables de su
comunidad y de que allí se haga justicia. Se hacen responsables de su
comunidad, cuidando a los más débiles.
REPUBLICANA: no debe haber dominio de unos
sobre otros, por derechos, con libertad.
Los ciudadanos se implican y participan como
en una mano intangible que les va uniendo en metas comunes, surge lo que
denominamos “LA AMISTAD CIVICA” que les
hace amigos en metas comunes de lucha por la justicia.
Hoy hay poca amistad cívica, primero por la
poca participación, y segundo porque
hemos pasado al enfrentamiento y a la convulsión por todo aquello que sucede,
sea lo que sea: cambio, aborto, nacionalismos, crisis, economía, etc. Somos
incapaces de ver que el otro puede
pensar algo distinto con buena intención, no por mala fe. Hemos perdido el
respeto y el dialogo, es imposible deliberar, consensuar, y si esto no es
posible estamos perdidos, pues la sospecha, la mentira, el caos no nos lleva a ningún puerto, estamos
sin salida. Hemos pasado de la cultura de la vida a la de la muerte. Los otros
son los importantes para la vida. El por qué es lo importante, no el qué.
¿POR QUE HAY QUE SER UN BUEN CIUDADANO?
1º.
Porque interesa incluso en nuestra propia defensa en la protección de nuestros
derechos (salud, vida, educación…) y en
el cumplimiento de nuestros deberes; es el estado de derecho que incluso está
por encima de cualquier estado. Porque es inteligente ser un buen ciudadano.
2º.
Porque si eludo mi responsabilidad ciudadana me convierto en lo que se llama el
síndrome del “polizón” o del gorrón,
vive de los demás y un día me pueden exigir responsabilidades ¿cómo voy
a responder?.
3º. Por sentido de
justicia, porque todos ganamos mucho viviendo en sociedad, nos hemos
enriquecido todos mucho y debemos por justicia devolvérselo a la sociedad.
4º.
No somos individuos aislados sino relacionales, somos personas porque otros
nos lo han reconocido, hay un reconocimiento reciproco, puedo decir yo, porque
otro me ha dicho tú. El otro, la ética del dialogo es donde nos reconocemos
como interlocutores válidos. LA ETICA DE
LA RELACIÓN CORDIAL, LA ALIANZA, EL CONSENSO, EL CONTACTO, LA PARTICIPACION CON
OTROS, EL RESPETO AL OTRO son los valores que debemos volver a conquistar.
Reconocernos como iguales, la felicidad de los otros, forma parte de mi
felicidad.
Para nosotros, que tenemos una tradición
religiosa desde el génesis que es la de la ALIANZA: Adán fue primero
naturaleza, ser vivo, pero no fue persona hasta aparecer Eva, carne de mi
carne, personas vinculadas la una a la otra, reconociéndose como tales el uno
al otro.
También de la tradición de “DOMINAR LA
TIERRA”, hay que pasar a la del cuidado de la misma.
¿CÓMO SALIR DE LA CRISIS HOY?
Como personas que creen, en algo o en
alguien, tenemos mucho que aportar:
1º. O salimos en relación, aislados no, o no
salimos.
2º. O recuperamos la ciudadanía autentica y
activa con un trabajo conjunto de AMISTAD
CIVICA Y DE ETICA DE LA RELACIÓN CORDIAL
o no salimos.
3º. O trabajamos por los derechos y los
deberes que nos implican a cada uno y a los otros, es decir, por LA JUSTICIA o
no salimos.
4º. Aportamos valores de la GRATUIDAD que no pueden exigirse ni
pagarse como es el CARIÑO, EL CONSUELO, LA ESPERANZA , LA COMPASION, EL SENTIDO
PROFUNDO DE LA VIDA, que no son derechos ni deberes reclamables, pero son muy
necesarios, o no saldremos en este
momento de la situación , ni alcanzaremos la utopía del Reino.
NOSOTROS TENEMOS LA PALABRA Y LA
RESPONSABILIDAD EN ESTA SOCIEDAD Y EN ESTE SIGLO XXI, EL DE LOS CIUDADANOS. NO
PERDAMOS ESTA OPORTUNIDAD HISTORICA.
Tomado de: garcianieto.files.wordpress.com/2010/06/etica-ciudadana.doc
Ó http://www.google.com.co/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CBsQFjAA&url=http%3A%2F%2Fgarcianieto.files.wordpress.com%2F2010%2F06%2Fetica-ciudadana.doc&ei=56MNVIyKBZLxgwSty4L4DQ&usg=AFQjCNG6TSOdNmUX6r4lxnLGZGtJkB1Erw