LA
ALTERIDAD
1.
COMO CONCRECIÓN DE LA OPCIÓN POR LA VIDA
El valor fundamental es la vida
humana. El ser personal es el fundamento de todos los principios morales; quien
a su vez determina todas nuestras actitudes y compromisos.
¿Cómo se concreta la vida?
La concreción de la opción por la
vida se obtiene contrastando el valor
del ser personal, como ideal de plenitud humana, con la realidad del entorno.
Esto nos permite conocer lo que falta y
esto se transforma en aspiración concreta e inmediata. ¿Por qué? Porque la situación y las posibilidades son
diferentes.
Entonces ¿para qué trabajamos?
Porque el ser humano promedio puede aspirar a tener comida suficiente,
vestido adecuado, casa propia, cultura básica, atención médica, libertad
económica y política, es decir, la satisfacción de sus necesidades básicas.
Pero al mismo tiempo es consciente de que
muchas de estas cosas no las
conseguirá nunca, ni él, ni sus hijos. Existen barreras y fuerzas que menguan el horizonte de
posibilidades. Las aspiraciones de unos
chocan con las de otros y siempre los débiles –que son la mayoría. Deben renunciar a sus aspiraciones. Generando
así la pregunta que debemos resolver ¿qué hacer entonces frente a la opción de
vida?
Tensión entre situación y plenitud nos dan la pauta para definir
el criterio de concreción; pues lo de mañana puede ser distinto a lo de hoy y que lo existente no anula lo
que está por venir. Entonces hay algo distinto? La respuesta es sí. Hay otra posibilidad; la conciencia de
alteridad. El valor de la vida puede concretarse para nosotros en el valor de la alteridad. ¿Pero
en qué consiste esta conciencia de alteridad? ¿Qué significa esto como opción?
Vamos a intentar resolverlo… hoy y en los siguientes encuentros académicos.
La alteridad como ruptura con la mismidad
En este caso alteridad significa
negación de la totalidad cerrada (apertura). Pero antes de explicar esto vamos
a dar una definición de lo que significa mundo;
pues este desde el plano ético se define como la totalidad de sentido que el
ser humano le concede a la realidad. Desde este explica los fenómenos, juzga la perfección de las
cosas y estructura el horizonte de sus posibilidades. Puede ser cerrado, ya que
fuera de él no existen otros sentidos,
por los tanto la consecuencia lógica que queda es el sinsentido, lo no
comprensible, la estupidez, lo que no va con lo que la masa piensa.
Entonces, cuando yo miro a los demás
desde mi mundo, estos resultan carentes
de sabiduría, de derecho a los cuales puedo someter, incorporarlos a mi mundo o
aniquilarlos. Esta es la forma de pensar de la actualidad.
Este mundo totalizante vive cerrado
en su propia mismidad. Dentro de él no hay cabida para la diversidad, para
otros mundos. A propósito ¿existe la posibilidad de la existencia de otros
mundos?
La alteridad es, por tanto, ruptura
de la mismidad. Supone aceptar la existencia de “lo otro” (como diferente,
opuesto o contrario) frente a “lo mismo”. Supone aceptar que existen diversos mundos como totalidades de sentido y que yo no poseo
la verdad absoluta, ni la raíz del derecho.
La opción por la vida de la persona
se traduce en la opción por la vida de
“el otro”, de cada humano distinto a mí. Es una opción por la desintegración de
la totalidad totalizante y de la mismidad. Es una opción por la comunicación,
por la acción, por la libertad, por el cambio, por la vocación, por la
apertura, que son las dimensiones del ser humano. Este es el primer significado
de alteridad como opción. Es un significado de carácter universal.
2.
LA ALTERIDAD COMO CONCIENCIA DE “NUESTRO-SER
OTRO”
La identidad de una persona, está
íntimamente vinculada a su pasado. Las
experiencias del pasado confieren determinada forma de identificación a cada
ser; esta puede ser exterior y superficial o interior y profunda. En el primer
caso se puede observar lo que corresponde al nombre, ubicación, raza, etc. En
el segundo se trata de la conciencia de ser y de acuerdo con una personalidad
definida.
Ahora bien ¿cuál es esa
conciencia de ser?... nuestro ser es un
“ser-independiente”, un “ser-en relación-a”; puesto que ningún ser es
identificable sin relación con…
También a este nivel de identidad nos movemos dentro
del ámbito de “lo mismo” sin
originalidad, ni personalidad propia. No existen verdaderas diferencias, solo
puras distinciones que surgen de accidentes (hechos no calculados). Solo somos
copias o imitación mal manejada de los modelos norteamericano o europeo. Todo
nuestro ser consiste en ser-como el
europeo: hablar con él, vestir como el, pensar como el, pensar como él y
divertirnos como él. Tenemos que definir nuestra identidad; tenemos que luchar
por ser auténticos. La opción por la alteridad, es la opción por nuestra propia
alteridad, se debe comenzar por tener fe
en nosotros mismos, es decir, confiar en lo que somos, pero también en lo que
son y como son los demás más cercanos, debemos sentir aprecio por lo que son nuestras comunidades (familia, amigos,
barrio, ciudad, país) por sus valores y tradiciones.
La autenticidad es un valor fundamental de la persona, quien no vive con autenticidad su propia vida no tiene conciencia del valor
de la persona humana. Optar por la vida como alteridad consiste en optar
primero por la alteridad del propio ser
personal. Y esa opción se manifiesta en el sentido de la dignidad, en el orgullo personal y la
confianza en sí mismo. Esto equivale a
ser auténtico, singular, diferente.
Actitudes
posibilitantes
¿Qué actitudes asumir para traducir
en actos y compromisos la opción fundamental? Es necesario establecer dos vías concretas de realización para la persona
en nuestra situación histórica. La realización personal depende de la cantidad
de posibilidades reales que logremos crear para beneficio de todos. Nadie se
puede realizar si le faltan los recursos, si le falta alimento, si carece de
estudio, de trabajo de salud, para sí mismo y para su familia.
Pero
¿Cuáles son esas actitudes?
Sobre la rectitud de la conducta se
han venido recalcando cuatro actitudes fundamentales las cuatro cardinales:
justicia, prudencia, fortaleza y templanza; sin olvidar que también hace parte
de este grupo, la fe, la esperanza y el amor. ¿Qué se entiende por virtud
entonces? Es todo aquel esfuerzo continuado por actuar en determinada línea
optada como valor. Ya que el ser humano definido como proyecto, ve la necesidad
de unos instrumentos que le ayuden a lograr tal plan. Esta se presenta como la
realidad que le va dando el hecho de lograrlo, en tanto que se hace persona,
manteniendo la exigencia, esforzándose, manteniéndose en camino y generando en
las virtudes una verdadera tensión.
a.
La fortaleza
Fortaleza es lo primero que necesitamos. Esta es
valentía, coraje, firmeza y grandeza. Son dos caminos, es resistir y atacar. Ante las situaciones difíciles, ante los ataques
recibidos, ante los peligros, las tentaciones, (amigos, drogas, marcas) ante
las presiones externas, la represión, esta se manifiesta como resistencia. No
es lo mismo que resignación ya que esta se refiere a la aceptación de una
situación desagradable o perjudicial. Nos resignamos cuando ante una situación
decimos no poder hacer nada para cambiarla. La verdadera fortaleza es resistencia,
es decir, firmeza en la lucha con todas las fuerzas y recursos de que uno
dispone. Se manifiesta en el coraje de quien se enfrenta al obstáculo, al
enemigo, con valentía sin temor al sufrimiento. No se trata de la fuerza física
del “macho” o del “matón”. Es la actitud de la persona que se mantiene en la
lucha sin desaliento. Es la virtud de la fuerza interior: la psíquica y
espiritual. Es el valor de una persona que nunca se puede medir por su físico. Esta fuerza interior se
encuentra finamente relacionada con la salud corpórea, pero no determinada por
ella; pues nace desde dentro. Ejemplos de esto tenemos a Gandhi, a Luther King
o a Herder Cámara. En quienes la
fortaleza se manifestó desde dentro como autodominio de sí mismos.
¡Necesitamos recobrar el sentido de
la fortaleza! ¿Qué hacemos ante la injusticia social que impera? Solo le
echamos la culpa al gobierno, a las multinacionales, a los que mandan, a los
demás, pero no movemos un dedo. Cuando hay que denunciar le tenemos miedo a la
represión, nos hacemos los que no vemos, y nos preguntamos ¿Para qué? ¿Qué gano?
No contradecimos al amigo, ni al jefe, nos vendimos. A nivel individual carecemos de fortaleza para enfrentar estas y
otras situaciones.
A nivel colectivo, es peor. Las
instituciones privadas y oficiales poco hacen por ser privadas o estatales, la Iglesia porque no se mete
en política, los militares y
policiales porque lo que les interesa es el orden y mejor dicho la excusa se inventó y todo se
quedó así… porque nadie se quiere meter en líos.
Lo importante entonces es que tomemos
conciencia de la necesidad de la fortaleza. Ya es hora de ponernos en actitud.
Como individuos hemos de cultivar la fuerza interior, como la más poderosa de
todas las armas, más que el dinero y/o que la posición social más alta.
En el lenguaje de la alteridad la
fortaleza es la valentía del pobre que se arriesga por el otro pobre hasta para
salvar su vida. Se manifiesta en la cotidianidad al denunciar y dar testimonio,
al gastar la vida a favor del otro. Implica actuar con libertad y autodominio;
libertad ante las cosas, ante los bienes, que nos seducen como atractivos de
confort y poder, y libre ante los “hombres” que nos seducen con promesas de amistad y seguridad en lo material
únicamente.
b. La Justicia
Los derechos
fundamentales de la persona humana son violados permanentemente. Pero este no
es el problema ya que la mayoría de personas vivimos en situación o estado de
injusticia, desde que nacemos hasta que morimos; nos hemos habituado a ella y
ya ni siquiera nos llama la atención.
Esta
se puede observar cuando revisamos las siguientes situaciones. Es injusto vivir
siempre con hambre y morir de hambre, es injusto ser víctima de robo, de
secuestro, de asesinato, de amenazas graves contra la propia vida o la de los
familiares. Es injusto carecer de recursos y de oportunidades para aprender o
leer o a escribir, para adquirir una cultura media. Es injusto estar sometido a
los intereses de otros y sin la capacidad para hacer respetar los intereses de
la mayoría; es injusto recibir un sueldo miserable por el trabajo diario. Es
injusto carecer de los recursos para
alimentar y educar a los propios hijos. Es injusto tener que vender el propio
cuerpo para no morirse de hambre. Es injusto no querer pensar y ofrecer el
cuerpo por dinero. Es injusto no tener
disponible atención médica cuando esta se necesita y ésta existe para otros
“sin que la requieran”. Es injusto
carecer de servicios elementales para llevar una vida digna. Es injusto carecer
de libertad de expresión y de asociación. Es injusto vivir sometido al engaño
de los medios de comunicación controlados por los grupos de poder. Es injusto
tener que callarse la verdad por miedo a perder el empleo. Es injusto ser
torturado y asesinado o ser expulsado de un país por defender la justicia. Todo esto y mucho más es injusto, sin embargo,
es normal. Nos hemos habituado de tal
modo a este tipo de situaciones, que ya no nos llaman la atención.
Como resultado,
hemos cultivado inconscientemente en cada uno de nosotros actitudes de
injusticia que orientan nuestros actos cotidianos.
Cuando podemos sacar beneficio engañando al otro “tumbándolo” lo hacemos. Cuando podemos ascender a una
posición social traicionando a otros, los traicionamos. Cuando nos obligan a dar información falsa, la
damos. Cuando nos amenazan si decimos la
verdad, nos callamos. Cuando podemos enriquecernos a costa de otros, los explotamos. Cuando
atender las necesidades de otros nos puede traer exigencias mayores, entonces
desatendemos la posibilidad de ayudar.
Cuando alguien paga mejor nuestros servicios aunque los intereses sean oscuros,
nos vendemos. Cuando soportar un embarazo y tener un hijo nos crea problemas
serios, abortamos. Cuando descubrimos algo de otro que podamos apropiarlo sin
ser descubiertos, lo robamos. Cuando le podemos subir el precio a un artículo
para sacarle mayor ganancia, le subimos. Cuando podemos evadir
responsabilidades sociales, las evadimos. Cuando podemos comprar los servicios
ilícitos de un empleado, los compramos. Y
todo esto nos parece muy normal. Tan normal que nos parece raro quien no
hace esto…
Asumir la actitudes
de justicia en nuestro medio, no es nada fácil. Supone estar dispuestos a
luchar contra todo un sistema de
injusticia, difícil de cambiar. Pero
es en esta situación donde se
pone a prueba el verdadero valor de las personas. Quien ha optado por la
persona como alteridad, no puede cerrar
los ojos ante la dura realidad para soñar con realidades inalcanzables que a
nada y a nadie comprometen. Ni siquiera puede limitarse al cumplimiento de esa
justicia hipócrita que defienden los organismos jurídicos. Esa justicia
legalista que “justifica” todos los
actos ilícitos de quienes ostentan el
poder y castigan sin piedad.
La justicia como virtud
se define siempre como el hábito de dar a cada uno lo que le es suyo. La
justicia se basa en que toda
persona tiene algo suyo que los demás
deben respetar: unos derechos. Pues todos tenemos derecho a la vida y honra, a formar una
familia, a trabajar, a recibir educación, a expresar su pensamiento, a usar en
su provecho los bienes necesarios para llevar una vida digna.
La justicia busca que a cada uno se le reconozca y dé lo que le pertenece en
derecho. El derecho está basado en la dignidad humana. Todos somos personas y
desde esta perspectiva, todos somos iguales, con la misma dignidad a
realizarnos en todas las dimensiones del
ser personal. Comunicación, encarnación, libertad, trascendencia, afrontamiento
etc.
Este equilibrio
resultante entre la igualdad de ser y el deber ser entre todos los seres humanos, es la
justicia. Las desigualdades son introducidas por el egoísmo y el poder de
algunos y por tanto son injustas. La justicia no es la legalidad de un sistema,
no es la defensa de la propiedad privada, sea de quien sea y haya sido
adquirida como sea. Justicia es la
exigencia de proporcionar los recursos necesarios para llevar una vida digna
con la familia, la exigencia de poder buscar el bien de todos (en lo económico
y en lo político), le exigencia de poder atender al enfermo sin recursos, la
exigencia de defender al débil, al niño en el vientre materno, al anciano, a la
mujer, contra los intereses de los que tienen mucho…
Nuestra sociedad
debe descubrir el verdadero espíritu de la justicia: tomando cada uno de
nosotros como actitud, la defensa de la dignidad y los derechos innatos de todas las personas. En perspectiva de
alteridad, la justicia asume la actitud de reconocer, respetar y dar al otro lo
que necesita, por la vivencia de la dignidad del otro en cuanto otro, en cuanto
persona. Justicia es poner efectivamente a disposición del otro los bienes
adecuados para satisfacer sus necesidades humanas, físicas y sociales; es poner
a su disposición los medios para alcanzar la cultura y la humanidad de los
verdaderos seres humanos. Siendo que se halle explícito en las leyes o no se cumpla.
c. La prudencia
Hoy
día la persona prudente se ve representada por la persona que se ve cómoda,
equilibrada, enemiga de todo riesgo y amante del orden, la tranquilidad y la
seguridad. Es el individuo que se acomoda a todo, por interés, es el experto en
acomodarse a cualquier situación, haciendo a un lado los principios que le
crean algún problema.
Es el individuo
“astuto”, taimado que sabe disimular las verdaderas intenciones y así encontrar
los medios para alcanzar sus propios objetivos, es el que evita todas las
situaciones límite y los enfrentamientos, es el que se lleva bien con todos,
por si acaso…
La prudencia se ha
definido como “el hábito de razonar rectamente en lo que se debe hacer”. Es una
virtud que afecta el entendimiento en relación con el obrar. Es la actitud de
quien permanentemente se preocupa por lo que debe hacer y cómo lo debe hacer.
La prudencia se
encarga de conocer los principios morales universales, de conocer la naturaleza
de las cosas y las situaciones con mayor objetividad posible y calcular con realismo las consecuencias de toda acción. Está directamente vinculada a la praxis en cuanto a saber vivir o saber obrar. El
prudente es solícito, preocupado, industrioso, discreto y cauto.
La
prenuncia es lucidez y rectitud en el esfuerzo por el cambio. La opción por la
alteridad imprime una concreta orientación a la prudencia; la cual consiste en
el hábito de escuchar la voz del otro,
el clamor silencioso, la palabrea siempre nueva.
Cuando optamos por
la alteridad desde la prudencia, percibimos la palabra del otro siempre como
algo nuevo, y distinto de la charla de todos los días y fines de semana. La
prudencia así vista es discernimiento de la voz del otro y es lucidez en la
respuesta, que debe ser precisa y definitiva (cerrar el diálogo).
d.
La Templanza
Esta virtud se
presenta como un soporte para las demás virtudes. Solo que se convierte en
problema cuando llevados por las tendencias y apetitos nos inclinamos hacia el
placer de lo sensible (sentidos), la bebida, el sexo, las sustancias
alucinógenas, (marihuana, cafeína etc.) la ansiedad por las comidas y los desórdenes
empobrecen las capacidades de la persona.
Entonces
la prudencia nos exige un seguro sentido de la realidad. La fortaleza nos exige
la concentración de las fuerzas de toda la persona frente al obstáculo y la
tentación. La justicia exige la continua actitud de búsqueda por el bien del otro. Y la templanza
remata tras el interés de querer tener personas de bien con la exigencia de esfuerzo
en cuanto a la privación calculada de muchos gustos (ascesis) como lo
hace el deportista, el militar, el investigador o el escritor o en su defecto
las personas que pasan necesidad y que por obligación deben abstenerse de cosas
secundarias de las cuales dependen muchas otras personas.
Comprometerse con la
templanza implica grado de autodominio, fuerza e inteligencia, capacidad de
renuncia a lo lícito, a lo ilícito, a lo justo e injusto como lo hizo Gandhi,
Jesús, Luther King. Pues estos personajes escucharon la voz del otro, y
comprendieron la auténtica necesidad del que pedía una ayuda.
e.
La Esperanza
Optar por la persona
significa optar por un ser de posibilidades y por un futuro diferente. Saber
esperar es una virtud. Responde a la necesidad vital de desear, proyectar y
conquistar el futuro. Nos ha tocado en
suerte ser inventores de nuestro propio
futuro; puesto que no estamos satisfechos de los que somos y queremos
ser otra cosa. Por tanto la esperanza es un motivador para desplegarnos hacia
delante con autenticidad, optimismo y entusiasmo.
f.
El amor
El amor une a las
personas, les hace olvidar los sufrimientos causados y los vuelve entusiastas. Para que el amor
sea auténtico debe pasar por ser “amor de justicia”. El amor tiende
espontáneamente a la posesión del otro, de la persona amada, hasta el punto de
hacerla desaparecer como “otro” que es, para convertirla en prolongación de uno
mismo. Esta identificación se percibe con el máximo de intensidad en el orgasmo
de la relación sexual.
El amante llega a
sentirse con derechos sobre la persona amada, y le impone sus gustos,
exigencias y aspiraciones (celos).
El amor de justicia
es acercarme espontáneamente a la otra persona, apoyarla en situaciones de
infra humanidad, es sentirse impulsado a sacar del atascamiento, a ayudar, a
solucionar el problema, poner en servicio todo lo que yo tengo para bien del
otro. Es dar de comer al hambriento y de beber al sediento.
Este amor es
exigente; pero auténtico, es buscar la justicia para bien de todos, es el
pago de salarios no mínimos sino justos, es respetar los derechos de todos,
es educar a la juventud con la conciencia de los valores y las necesidades de
todos. Significa tener la conciencia de
que estamos contribuyendo y que no podemos juzgar a las personas por las
deficiencias que tengan.
Amar es unirse al
otro en su situación, ponerse de su parte en la recuperación de la persona y no
de los bienes materiales únicamente.
El hombre virtuoso
no es el santurrón o el bonachón que a
nadie molesta. Es más bien el ser humano que inquieta a todos porque denuncia,
sacude, acelera al comprometido, concientiza y apoya.
·
Tomado de GONZALEZ ALVAREZ, Luis José.
Ética. Santafé de Bogotá, El Búho, 1996. Pp. 197-203, 227-238